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EDUCACION Y PREVENCION DE DESASTRES

Capítulo quinto


Obstáculos para un trabajo educativo interdisciplinario en prevención de desastres

Para superar ciertos falaces antagonismos temáticos en el planeamiento educativo de la gestión del riesgo, como el que opone lo físico-natural a lo social, y construir una perspectiva totalizadora, se requiere una vez más apelar a un estilo interdisciplinario de trabajo.

Evadiendo una larga discusión, nos limitaremos a reiterar que la interdisciplinariedad no se logra simplemente por medio de la yuxtaposición de saberes o capacidades diferentes. Para que el trabajo interdisciplinario se realice, se requiere por supuesto una perspectiva común. Pero ésta no debe ser interpretada como "uniformidad de ideas" o "consenso" sino como la construcción de un espacio de comunicación que permita tornar productivas las diversidades teóricas y propiciar intercambios de actividad a los cuales se les pueden asignar ciertos límites legítimos.

En la preparación de este capítulo nos ha interesado más el análisis de ciertas circunstancias que obstaculizan el desarrollo de esta manera de trabajar en la educación:54


  1. El no reconocimiento de las particularidades epistemológicas

que distinguen a las ciencias naturales de las ciencias sociales


Motivados tal vez por un laudable celo autocrítico, algunos autores han dado a entender que existe una especie de gran agujero en la teoría epistemológica y sustantiva de las ciencias sociales en materia de desastres, que sólo podría llenarse mediante una especie de "desastrología social", es decir, con un cuerpo especializado de conocimientos que aún espera a ser producido.

Esta apreciación no solamente es equivocada sino que puede generar severas distorsiones en el estudio de los desastres como procesos sociales.

Una aclaración previa es indispensable: la "ignorancia científica" no equivale a vacíos, ausencias o "lagunas" del conocimiento disponible, sino a la creciente capacidad de la Ciencia para interrogar la realidad. No es una situación deficitaria, sino un constante fluir de nuevas necesidades de conocimiento, agudizadas por el movimiento y pluralismo del quehacer científico. Podría decirse, entonces, que hay "ignorancia" en las ciencias sociales, en materia de desastres, si ésta se entiende como su capacidad para indagar esta dimensión de lo real, lanzando incesantemente nuevos interrogantes. Sólo una severa desinformación o un fuerte prejuicio permitiría sostener que esta capacidad es escasa.

Las llamaradas autocríticas antes mencionadas suelen verse atizadas por otro argumento: las ciencias naturales o "exactas"- se dice- llevan "una gran ventaja" en este campo. Con este predicado se está ignorando, con inocencia o sin ella, que el conocimiento social no es inferior o superior a ningún otro. Lo que ocurre es que sus objetos de conocimiento son distintos y, por lo tanto, también lo son sus recursos metodológicos.










Como antes se viera, tras dichos prejuicios bulle una arraigada convicción: para ser reconocidas como tales, las ciencias sociales (o antes las "ciencias del espíritu") deben reproducir los métodos científico-naturales. Juicio de valor que, como lo hiciera notar F. Kaufmann55 hace más de medio siglo, se erige sobre la creencia de que la objetividad del saber puede ser atribuída únicamente al pensamiento científico-natural y que, al ser los métodos de las ciencias naturales los únicos capaces de proporcionar un saber exacto, las ciencias sociales estarán limitadas, mientras no los acojan, a establecer reglas o a constatar tendencias, permaneciendo en la antesala del conocimiento científico.

Aunque hoy ya no se manifestan tan abiertamente, estas creencias no han perdido vigencia, y se reflejan en el discurso oficial de muchos centros académicos. Por ejemplo, cuando reservan el calificativo de "científicas" para las disciplinas naturales y "exactas". Según parece, mucha agua tendrá que pasar bajo los puentes para que estos falsos problemas se superen, sobre todo en una época poco propicia para este tipo de debates. Pero al menos necesitamos tener presente que todo reconocimiento apresurado de la supuesta delantera que llevan aquí las ciencias físico-naturales proporcionará un punto de apoyo a la que Hewitt ha llamado la "visión dominante" sobre los desastres, inspirada por un pensamiento fisico-naturalista y un determinismo geofísico.

2. Los extremos físico-naturalistas


Los intentos de ruptura crítica con el término "desastres naturales" no son nuevos. Por ejemplo, Wijkman y Timberlake56 argumentaban en 1984, que

"la opinión generalizada sobre 'desastres naturales' está llamada a experimentar cambios radicales. Aún cuando el origen de los desastres puede deberse a acontecimientos naturales tales como las inundaciones y terremotos, es cada vez mayor la influencia sobre los mismos de determinados parámetros humanos...Los desastres son acontecimientos sociales y políticos con frecuencia evitables".


En rigor, el término contiene un contrasentido, incluso cuando se hace acompañar, salomónicamente, por el otro integrante de una pareja que ha logrado mucha aceptación: los llamados "desastres causados por el hombre" o antrópicos. Quebranta desde el pitazo inicial las reglas del juego, porque los mismos autores que lo usan se han puesto previamente de acuerdo en que la vulnerabilidad, concepto a todas luces no "naturalizable", tiene un papel de primer orden en todo desastre.

No obstante, so pena de ser calificados como fundamentalistas, habrá que admitir que muchas personas emplean esta noción por costumbre, y tal vez no tratan de decir, en sentido estricto, que "los desastres son naturales".

Cuando en lugar de "desastres naturales" se dice "desastres provocados por fenómenos naturales" se produce un cambio importante: el término "natural" ya no designa "el ser" del fenómeno aludido sino una clase determinada de causas o agentes causales (ciertos fenómenos naturales). Ante esta situación, la pregunta "¿existen desastres "naturales"?" tiene que ser cambiada por otra: "¿es posible que un desastre sea causado por "fenómenos naturales"?

Es forzoso responder en términos condicionales: Si se está entendiendo que una amenaza propiamente natural puede generar un riesgo de desastre al articularse con las condiciones de vulnerabilidad de una sociedad concreta, la respuesta puede ser afirmativa sin más. Por el contrario, si se pretende establecer una relación causal directa [evento natural(causa) ® desastre (efecto)], sin la mediación de la vulnerabilidad social, entonces se estará diciendo que ciertos desastres no serían más que daños muy grandes, ocurridos en una sociedad o "población", como resultado de la acción de ciertos fenómenos naturales. Lo cual implicará quedarse atado a la misma falacia: "desastres naturales" = "amenazas consumadas".

Cualquier apertura conceptual que visualice los desastres como procesos sociales, trae consigo el imperativo de construir configuraciones explicativas más potentes, que integren la amplia gama de condiciones determinantes que en ellos intervienen. En esta perspectiva, la relación mecánica "agresión natural® daño social" no sólo resultará insuficiente, lo que permitiría ponerse a esperar con optimismo su consolidación, sino un importante obstáculo teórico.


  1. Los excesos sociologistas


Velázquez,57 nos previene muy oportunamente ante la catalogación apresurada de ciertas amenazas naturales como antropogénicas. Es necesario, dice:

"...documentar -investigar mejor ciertos fenómenos de gran energía y grandes consecuencias sobre el hábitat, que ideologías ecologistas bien intencionadas atribuyen a la mano del hombre..."


Enfocando el punto con cierta amplitud, se hace necesario equilibrar la argumentación expuesta en el acápite anterior, y reconocer que también hay reduccionismos que se originan en la idea excluyente de que sólo "lo social" interesa para la interpretación científica de los desastres.

Rara vez se manifiesta en forma tan cruda como los "físico-naturalismos" mencionados, pero puede funcionar por exclusión indirecta. Por ejemplo, cuando se presta atención solamente a la dimensión social del problema o, de un modo menos ostensible, cuando las exageraciones autocríticas relacionadas con el nivel de desarrollo de las ciencias sociales reflejan una frustración ante la supuesta necesidad de "explicarlo todo" desde esta perspectiva.

Pensamos que la perspectiva totalizadora que se ha dado al tema en las páginas anteriores es suficiente para poner clara distancia ante esta tentación.


  1. La interpretación restrictiva de la explicación científica como verificación de relaciones causales


En las versiones del positivismo más apegadas al pensamiento de Augusto Comte, prevalece la idea de que las teorías científicas se construyen mediante la acumulación de regularidades observadas. Esta idea se hermana con otra, que ha sido fuertemente reproducida por la educación formal: solamente se explica ( es decir, se responde al por qué de determinadas interrogantes científicas) cuando se demuestran o verifican relaciones de causa a efecto.

Esta influyente interpretación epistemológica determina que otros modos de explicación son dejados de lado o no se visualizan. En particular el que adquiere mayor relevancia en los niveles más avanzados de desarrollo de una disciplina científica: la explicación mediante reconfiguraciones teóricas, es decir, la que se lleva a cabo mediante la construcción de nuevas relaciones de sentido a partir de la teoría disponible.

Por otra parte, proporciona un excelente punto de apoyo a las interpretaciones crudamente causalistas que abundan en el campo que nos interesa 58y que, por prestarse mucho más fácilmente a los argumentos esquemáticos, se adaptan muy bien a las prácticas educativas no problematizadoras.

  1. Los desvíos latentes en los enfoques (multi) factoriales sobre la vulnerabilidad.


Frecuentemente se define y describe la vulnerabilidad en términos de factores. Por ejemplo, según la Serie 3.000 "podemos considerar diversos tipos de vulnerabilidad: estructural, social, económica, organizativa, cultural, biológica, sanitaria, ambiental". O, según la sistematización que efectúa Wilches-Chaux, podemos distinguir factores de vulnerabilidad ambientales, físicos, económicos y sociales.59

Estos planteamientos factoriales pueden ser útiles para fines didácticos y de planeamiento. Pero, si son utilizados "crudamente" con pretensiones explicativas,60 nos impedirán entender que cualquier "factor de vulnerabilidad" que identifiquemos estará configurado por ciertas condiciones peligrosas y sus determinaciones sociales.

Por ejemplo, una comunidad que vive expuesta a deslizamientos en las laderas de un cerro, se encuentra ante un evidente peligro físico, pero éste no es en sí mismo un "factor de vulnerabilidad", por cuanto no puede ser separado de las causas socio-económicas e idiosincráticas que determinan el asentamiento de esas personas en el lugar. De lo contrario se estará sugiriendo, por omisión, que el uso racional y seguro del suelo es una decisión que cada grupo humano puede tomar a su libre albedrío.





Además, si todo el problema es reducido al "lugar de residencia" de la población bajo amenaza, la correspondiente solución también quedará restringida a opciones primariamente físicas, como la erradicación o el traslado.

Y con ello se estará incurriendo en un grave error de perspectiva, que colocará el problema al margen de la lucha contra la pobreza y de una visión autogestionaria del desarrollo comunitario.

En suma, el estudio de condiciones de vulnerabilidad en términos factoriales sólo puede tener un valor analítico-descriptivo, no explicativo. La utilización de esquemas "multifactoriales" es sin duda mejor que una basada en factores únicos o dispersos, pero tampoco permite construir hipótesis explicativas con la solidez que el conocimiento social lo permite. Es fundamental una perspectiva totalizadora.


5. Los inciertos vínculos entre la teoría y la práctica

El problema planteado por las relaciones entre la teoría y la práctica es esencial para la investigación y la docencia en cualquier disciplina, porque según como sea resuelto se desprenden consecuencias muy importantes para ambos quehaceres.

Como se sabe, el punto se ha discutido por largos años en los círculos académicos y en los más variados espacios, acumulándose múltiples tergiversaciones bajo el techo de sus fuertes connotaciones ideológicas.

Las más importantes y resistentes al cambio tienen que ver con la desvalorización de la teoría, que proviene de su errónea identificación con el discurso especulativo61, y con un falso problema: "cuál de las dos- la teoría o la práctica- es más importante".

|Cada vez que se presentan estas falaces disputas, nuestras comunicaciones se confunden y nuestras controversias dejan de ser productivas, todo lo cual lesiona significativamente las posibilidades propias de desenvolvimiento de cualquier disciplina y desde luego la posibilidad de construir entronques interdisciplinarios más fuertes.

La problemática de los desastres y su prevención, y justamente por las urgencias y activismos que comprensiblemente, es particularmente sensible a estas confusiones. Es necesario, por lo tanto, introducir en nuestras reflexiones algunas premisas necesarias:

a. En su significado más global, la teoría es el conocimiento científico existente, con sus contradicciones y movimiento. Se desprende de esto que el grado de desarrollo de una disciplina científica equivale al desarrollo de sus recursos teóricos.


El término también puede ser válidamente usado, en niveles de amplitud más particularizados, para referirse al cuerpo de conocimientos de una determinada disciplina científica (por ejemplo, la "teoría psicológica") e incluso para designar construcciones hipotéticas de cierta complejidad, surgidas dentro de los límites epistemológicos convencionales de una determinada disciplina (por ejemplo, la "teoría psicoanalítica").


b. La producción de conocimiento científico nunca es "ateórica". Ni siquiera el dato más elemental es producido de una manera puramente tentativa o carente de intencionalidad. Por lo tanto, las diferencias de posición que se presentan entre los científicos no se refieren a la ausencia o presencia de la teoría en su trabajo, lo que sería absurdo, sino a cómo la teoría es producida y a los criterios de verdad que pueden aplicársele.


c. La teoría es la dimensión consciente de la práctica, y en consecuencia ambas son inseparables. Sin embargo, es importante que esta relación no sea entendida como una simple bipolaridad. Desde la teoría nos planteamos posibilidades prácticas (una no conduce rectilíneamente a la otra) y la práctica, en tanto acción interpretada, genera diferentes posibilidades para la verificación de la teoría.62


d. La práctica se realiza mediante acciones, es decir, actividades cuyos fines son conscientemente anticipados. Esto incluye a toda actividad con una intencionalidad transformadora y no tiene que ver con los medios utilizados. Muchas de nuestras más importantes acciones prácticas se basan en la comunicación verbal, como ocurre, por ejemplo, en la educación, la política, la orientación vocacional y la psicoterapia.63


La reducción de la práctica a actividades definidas por su materialidad física cava un abismo importante entre disciplinas que pueden fortalecerse con su integración. Según este equivocado juicio, habría disciplinas verdaderamente prácticas (léase "superiores") y otras muy poco prácticas o "imprácticas" del todo, es decir, aquellas que no producen resultados físicamente observables o tangibles.


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