3. Los Sismos de Octubre de 1992 en el Atrato Medio, Colombia
Fernando Ramírez y Mauricio Bustamante
Presentación
Este trabajo busca integrar el análisis de los procesos de gestión desplegados como respuesta a los efectos e impactos de los sismos del 17 y 18 de octubre de 1992, con las características, relaciones y procesos sociales desarrollados en las zonas afectadas y que, directa o indirectamente, inciden y determinan dicho proceso de gestión.
Se pretende recoger la experiencia obtenida en el desarrollo de dicho proceso y presentar algunas conclusiones y recomendaciones que puedan servir para mejorar la eficiencia y eficacia de la gestión de eventos similares.
Más allá de los sismos en sí y de sus efectos, interesa conocer el contexto social que determina tanto al desastre como a su gestión. En este sentido el trabajo se enmarca en un conjunto de preocupaciones que se pueden resumir de la siguiente forma:
la ausencia de memoria histórica e institucional sobre los procesos desarrollados para la gestión de desastres y sobre los programas y procesos de recuperación; | |
la ausencia, desde el punto de vista de las ciencias sociales, de un proceso de reflexión coherente, seria y permanente sobre los determinantes sociales de los desastres y, por consiguiente, sobre su ubicación dentro de un contexto económico, social, político y cultural que incide y determina las formas y maneras de actuar frente a los mismos; y, | |
la necesidad de generar, con base en el análisis de las experiencias propias y ajenas, políticas, instrumentos de intervención y normas que se adecúen de la mejor manera a las condiciones imperantes en nuestra sociedad. |
Realizar el análisis con base en las consideraciones anteriores lleva, en el caso colombiano, a tener en cuenta algunos aspectos relevantes social y políticamente, que pueden ser resumidos de la siguiente manera:
Elementos para una Regionalización
Criterios Generales
(INSERTAR AQUÍ MAPA 1 APROXIMADAMENTE)
Características Generales de las Regiones Identificadas
Los sismos del 17 y 18 de octubre de 1992 con intensidades de 6,6 y 7,2 grados en la escala de Richter, respectivamente, (Mapa 2) afectaron a una amplia zona del noroccidente colombiano y fueron sentidos, especialmente el segundo, en casi todo el país. Este último fue seguido por una serie de réplicas algunas de las cuales alcanzaron magnitudes superiores a 5.0.
(INSERTAR AQUÍ MAPA 2 APROXIMADAMENTE)
La zona del Atrato Medio, donde ocurrieron y tuvieron su epicentro, está clasificada como de alto riesgo sísmico, aunque todas las fuentes técnicas coinciden en afirmar que es una de las regiones sismotectónicas menos comprendida del globo debido a su complejidad geológica, a las grandes dificultades de acceso y a lo incipiente de los programas de evaluación técnica y científica de este tipo de fenómenos en el país.
Aunque el país ha venido desarrollando instrumentos para el monitoreo de la amenaza sísmica (el Instituto Geofísico de los Andes cuenta con varias décadas de funcionamiento, el Observatorio Sismológico del Suroccidente (OSSO) opera desde mediados de la década de los ochenta en el montaje y desarrollo de una red regional para el suroccidente), sólo en años recientes se ha venido manifestando una clara voluntad política de dotarlo con los instrumentos necesarios en este campo (Proyecto de una Red Sismológica Nacional, actualmente en proceso de montaje), en el marco del Sistema Nacional para la Prevención y Atención de Desastres.
Adicionalmente, el conocimiento y el análisis histórico de desastres sísmicos en la zona es prácticamente inexistente. Aunque se cuenta hasta 1972 (Ramírez 1975) con el registro de 13 eventos que pueden asociarse a actividad sísmica en la zona, siendo probablemente los más importantes el del 8 de marzo de 1883 y el de diciembre de 1903, la documentación histórica es bastante pobre y, en general, no se ha desarrollado investigación al respecto.
Sondeos parciales realizados con pobladores y autoridades de los tres municipios del departamento del Chocó afectados (Quibdó, Riosucio y Bojayá) permiten pensar que en la memoria colectiva no existen rastros de eventos de similares características e intensidad como los presentados en octubre de 1992. La ausencia de estudio y conocimiento tanto sobre las características sísmicas de la zona como sobre los sismos históricos ocurridos en ella y sobre el comportamiento de la población al respecto, es un primer elemento que muestra la vulnerabilidad de la zona afectada a este tipo de eventos.
En términos generales puede hablarse entonces, a nivel de los pobladores y de las autoridades locales, regionales e incluso nacionales, de un desconocimiento relativo de la amenaza y, por consiguiente, de la sorpresa que generaron los eventos y de la ausencia de experiencia local de las comunidades afectadas al respecto de su gestión.
Un desastre afecta en general las condiciones normales de existencia de una comunidad o sociedad pero el impacto de un evento y los daños por él causados pueden mirarse desde diferentes ópticas. Lo más evidente tiene que ver con sus impactos directos e inmediatos, en términos de muertos, heridos y pérdidas materiales en lo que se refiere a edificaciones e infraestructura física y medios y condiciones de producción y con lo que estas pérdidas implican desde el punto de vista de la vida "normal" de las comunidades. En este sentido, el acceso a una serie de bienes (alimentación y vivienda, por ejemplo) y servicios básicos (agua, energía, salud, educación, etc.), son elementos contemplados en la mayor parte de evaluaciones de daños que se realizan.
El tipo general de evaluaciones que se realizan tiende a ser puntual y a realizarse a escala de cada uno de los asentamientos (poblados, aldeas, pueblos y ciudades). La inclusión de una evaluación de los efectos del evento sobre el medio natural (efectos ambientales) amplía el espacio de análisis y, por consiguiente la dimensión en que debe realizase la evaluación. Incluye ya un factor territorial adicional que permite empezar a plantearse el problema del impacto sobre una o varias regiones. Las evaluaciones realizadas por el Sistema Nacional en el caso de los sismos del Atrato Medio llegan hasta este nivel del análisis.
Aunque implícitamente contemplado en algunos casos (indígenas, por ejemplo), el impacto de los sismos sobre las condiciones más generales de vida (relaciones sociales) y sobre los procesos sociales en marcha en las distintas regiones no ha sido considerado aún como elemento importante de la evaluación de los daños o del análisis de los impactos.
Efectos sobre las Vías de Transporte
Las vías de transporte afectadas por los sismos son básicamente de dos tipos: fluviales y terrestres.
En el caso de las vías fluviales el arrastre de sedimentos y las arboledas destruidas por los movimientos de masa generó problemas de taponamiento y cierre de caños y la obstrucción de la navegación por empalizadas en quebradas y ríos.
El caso más grave se presentó en la jurisdicción de Murindó, Antioquia, donde una empalizada de unos 2 Km. de longitud obstruyó, en el sitio Bocas de Murindó, el acceso fluvial desde el río Atrato hasta la cabecera urbana.
El río Murindó es la única vía de comunicación con la cabecera municipal y su taponamiento generó graves dificultades de abastecimiento y comunicación con la población. Con la maquinaria disponible en la zona (malacones, palas, grúas, motosierras) se calculó en varios meses el restablecimiento de la navegación, siendo necesario además un trabajo de mantenimiento a más largo plazo para evitar la repetición del problema.
Los daños presentados en las vías regionales se concentraron en el departamento de Antioquia y se debieron especialmente a derrumbes, fallas en terraplenes, hundimientos de la banca y agrietamientos que requieren reparación. Tres puentes presentaron algunas averías estructurales que ponen en peligro la estabilidad de los mismos. El costo de la recuperación se ha estimado en unos 200 millones de pesos. La red vial nacional presentó fallas de diversa índole en los tramos Chigorodó-Mutatá, Mutatá-Dabeiba, Mutatá-Pavarondocito y Mutatá-Chocó, cuyos costos de recuperación fueron estimados en 670 millones de pesos.
Entre vías departamentales y nacionales, los costos de recuperación alcanzan los 870 millones de pesos (un poco más de un millón de dólares).
Otros Aspectos del Impacto
Aunque las pérdidas ambientales y buena parte de los costos sociales (producción, empleo, migración, abandono de la territorialidad e, incluso, a partir del sismo, introducción de nuevas relaciones de los indígenas, por ejemplo, con el medio y con el entorno social) no han sido y algunos no son cuantificables en términos económicos, los costos calculados de la recuperación, producto de las evaluaciones de daños realizadas entre octubre y diciembre de 1992 dan cuenta del impacto del sismo. Estos costos sumados ascienden a 12.567 millones de pesos (aproximadamente 15.7 millones de dólares).
Aunque estas cifras son parciales, de todas maneras permiten señalar que el costo económico, por importante y alto que sea, no siempre da cuenta de los efectos de un desastre. En las cifras anteriores, Medellín y el occidente antioqueño representan un porcentaje relativamente alto del costo. Sin embargo, con la excepción de Urrao y otros tres o cuatro municipios, el sismo sólo los afectó levemente, no interrumpió de manera permanente y duradera sus condiciones normales de vida y no afectó las modalidades y condiciones mismas de producción y reproducción de las comunidades.
Igualmente ocurre si comparamos, por ejemplo, el número de viviendas destruidas. En Urabá este número es similar, grosso modo, al del Atrato Medio. Sin embargo, el impacto social es probablemente mayor, por las condiciones y características de las regiones ya expuestas más arriba, en el Atrato Medio. La destrucción del casco urbano de Murindó, con sus cien casas y su pequeña infraestructura institucional y comunitaria es, dadas las condiciones de la región, más "desastrosa" que la destrucción de 100 casas en Apartadó.
Otro elemento que puede sacarse de los resultados de la evaluación de daños y que tiene que ver con la vulnerabilidad global frente a los desastres, es la manera relativamente rápida como se realiza dicha evaluación en Antioquia (por razones de capacidad institucional y de relativamente fácil comunicación) y la manera lenta (difícil acceso a ciertas regiones, por ejemplo, lo cual meses más tarde, en la formulación de proyectos de recuperación va a aumentar el número de comunidades rurales afectadas) e incompleta (caso de Quibdó) en que se realiza en el Chocó.
Pero además, esto tiene que ver con la "voluntad política" de hacer las cosas local y regionalmente y con la actitud asumida en ciertos momentos por la población y las autoridades locales.
Este último punto nos remite a otra característica del proceso de evaluación de daños: el papel principal jugado por los organismos regionales (comités regionales y entidades regionales) y nacionales del Sistema. Se contó de una manera rápida con una evaluación global de daños (la primera a finales del mismo mes de octubre) gracias a la movilización de recursos humanos y financieros de estos niveles.
Con excepción de Medellín y tal vez de algunos municipios de Antioquia, el operativo de evaluación de efectos y daños correspondió básicamente a los niveles regionales y nacionales. La incapacidad y ausencia de recursos locales para ello fue notoria.
Independientemente de las particularidades de cada una de las regiones afectadas y de los impactos diferenciales causados por el evento, los procesos de gestión de los desastres obedecen a las condiciones, herramientas y políticas con que cuenta un país para hacer frente a dichas situaciones.
Es cierto que la población afectada es no sólo la primera en sufrir los efectos sino la primera que tiene que responder, de manera espontánea o de manera organizada según los casos, a un desastre. Pero, en general también es cierto que toda población que sufre una calamidad necesita y espera, en un tiempo muy corto, el apoyo venido de "afuera", para poder superar y manejar la situación.
Este "afuera" pueden ser muchas cosas: desde los niveles más locales de la estructura estatal (las municipalidades, por ejemplo) hasta el gobierno nacional, pasando por las ONGs o por la ayuda internacional. Y para cada nivel, este "afuera" es distinto.
Hablar de un análisis global en este contexto implica valorar la actuación de los diversos actores que tienen que ver con la gestión de desastres en su actuación frente al evento, así como el comportamiento de diversas fuerzas sociales que de una u otra manera tuvieron que ver con él.
Por otra parte, habiendo diferenciado las diversas regiones afectadas por el sismo, cada una de las cuales tuvo su propio desastre y su propia manera de resolverlo, se escogió la del Atrato Medio como caso de análisis particular, a partir de la consideración de los siguientes aspectos:
Por estas razones, el análisis que a continuación se presenta de las fases de impacto y recuperación desarrolladas con ocasión de los sismos de octubre de 1992 incluye, para cada fase, un análisis global de lo desarrollado y un análisis específico del caso del Atrato Medio y va precedido de una caracterización más específica de dicha región.
Políticas e instrumentos existentes en el país
En el caso colombiano el proceso de gestión de la emergencias suscitadas por los sismos tiene una característica central: es un proceso básicamente articulado por la respuesta estatal ante el problema.
Esta respuesta se da fundamentalmente a través de las diversas instancias del Sistema Nacional para la Prevención y Atención de Desastres, el cual en el curso de los últimos cinco o seis años ha venido desarrollando una política, unos instrumentos y unas relaciones de coordinación entre instituciones y sectores tanto públicos como privados que tienen que ver con el tema.
La articulación de agentes y actores públicos y privados busca hacerse respetando y desarrollando una política descentralizada en la cual la responsabilidad fundamental está en los niveles locales, y los niveles regionales y nacional juegan un papel de apoyo técnico y financiero, de coordinación institucional, de complementariedad de las acciones y de subsidiariedad en la medida en que los niveles locales son sobrepasados por los acontecimientos.
En este sentido la respuesta es dada por los diversos niveles territoriales en que se articula el Sistema Nacional de Prevención de Desastres del país (comités locales y regionales de emergencia), Sistema a través del cual el Estado interviene en materia de prevención, atención y recuperación en casos de desastres, buscando articular en esta acción al sector privado, a las ONGs y a las organizaciones de la comunidad afectada.
Coordinados en buena medida por la Dirección Nacional para la Prevención y Atención de desastres, concurren al proceso de atención y recuperación una serie de instancias e instituciones que pueden caracterizarse globalmente de la siguiente manera:
La Fase de Impacto
CONCEPTO |
CHOCÓ $ |
ANTIOQUIA $ |
APORTE COMPARTIDO $ |
Suministros | 16.409.764.00 |
8.267.885.00 |
3.967.754.00 |
Servicios | 1.665.000.00 |
3.382.500.00 |
99.407.748.00 |
Acciones de atención y recuperación | 18.171.438.00 |
55.065.567.00 |
3.384.750.00 |
Herramientas y equipos | 76.953.167.00 |
44.086.645.76 |
|
Honorarios y viáticos | 6.669.666.66 |
6.364.820.00 |
|
Impresos e información | 18.247.724.00 |
||
TOTAL | 119.869.035.66 |
110.802.597.00 |
131.374.796.25 |
362.046.429.67 |
Cuadro 2
APORTE DE OTRAS ENTIDADES NACIONALES AL SISTEMA
ENTIDAD |
VALOR* |
INGEOMINAS Fuerza Aérea Colombiana (FAC) Cruz Roja Defensa Civil Universidad del Valle (OSSO) Ministerio de Salud DNPAD |
18.644.000 12.000.000 30.710.018 15.175.016 7.197.200 2.578.869 4.000.000 |
TOTAL | 90.305.103 |
para un total de aproximadamente 452 millones de pesos (565.000 dólares) aportados por el nivel nacional. Estos recursos permitieron en buena parte costear los recorridos de revisión de la zona afectada, evaluación de daños, dotación de centros de reserva y apoyo alimentario a la población durante el período de atención.
Adicionalmente y esto no es cuantificable desde el punto de vista económico está el apoyo que a nivel de coordinación y gestión realizaron las entidades nacionales del Sistema, incluyendo a la DNPAD.
Niveles Regionales y Locales
La coordinación operativa en Antioquia corrió por cuenta del Programa Aéreo de Salud y la Secretaría de Desarrollo de la Comunidad. Estas entidades coordinaron la evaluación preliminar de daños y los censos de afectados, actividades efectuadas con participación de todas las secretarías e instituciones operativas con que cuenta el departamento. En menos de un mes se produjo una evaluación detallada, que cubría aspectos técnicos y sociales y que se constituyó en la base para proyectar posteriormente los apoyos y programas de recuperación.
En el caso del departamento de Antioquia se presenta un esquema de intervención sui géneris en relación con el de otros departamentos. Existe en Antioquia desde hace unos seis o siete años un Fondo de Prevención de Desastres (FOPREVE), que inicialmente funcionó como tal pero que algunos años después se constituyó como una dependencia de la Secretaría de Desarrollo de la Comunidad del departamento.
En la práctica, esta dependencia ha jugado el papel de Oficina Departamental de Prevención de Desastres y cuenta con personal técnico (ingenieros, geólogos y trabajadores sociales) para adelantar sus labores, y a su alrededor ha constituido comités o comisiones de trabajo que le permiten la interacción y coordinación con otras entidades y con otros servicios de la gobernación.
Frente a FOPREVE el Comité Regional como tal ha jugado un papel secundario y de alguna manera ha existido básicamente sobre el papel. Se ha considerado que con la presencia y actividad de FOPREVE, el tema de la gestión de desastres se puede manejar.
El enfoque desarrollado por FOPREVE en los últimos años ha estado centrado más en la atención y en las acciones inmediatas frente a la inminencia de un riesgo que en una política de prevención y mitigación de más largo plazo, reconociendo que la labor desarrollada ha sido importante para el departamento y para varios de sus municipios.
Sin embargo, poco tiempo antes de los sismos (septiembre de 1992), el señor gobernador, mediante decreto, había reconstituido el Comité Regional de Emergencia y asignado a la Secretaría de Desarrollo de la Comunidad el papel de dependencia coordinadora del mismo, entrando a jugar en esta coyuntura un papel importante el sector salud. Es esta la razón, por ejemplo, de que sea el Programa Aéreo de Salud y no la Defensa Civil como es tradicional quien en la práctica coordine y dirija el proceso de atención inmediata.
En el departamento del Chocó la Comisión Operativa del Comité Regional, a la cabeza de la Defensa Civil, asumió la evaluación general de los daños, identificó el apoyo necesario para superar la fase inicial de la emergencia e identificó en noviembre de 1992 (un mes después de los sismos), una serie de perfiles de proyectos necesarios para la recuperación física de los afectados.
En este caso nos encontramos con un comité regional débil tanto operativa como financieramente, con problemas de coordinación interna y en el cual las entidades operativas, agrupadas en la comisión operativa del mismo, están de alguna manera separadas del resto del comité y en alguna medida de su cabeza: el Gobernador.
Frente al primer sismo, según reconoce el Director Seccional de la Defensa Civil, en entrevista hecha para este trabajo, no hubo ninguna respuesta, dado que el sismo se sintió muy poco o no se sintió en Quibdó. Frente al segundo se organizaron comisiones de reconocimiento y evaluación de daños (transportadas por vía fluvial), que permitieron la identificación de los apoyos necesarios y urgentes a las comunidades más afectadas.
Los niveles locales y regionales aportaron aproximadamente 160 millones de pesos (200.000 dólares), sin haber cuantificado el aporte de la mayoría de los municipios afectados, y las entidades del nivel regional aportaron aproximadamente 250 millones de pesos (312.000 dólares):
Cuadro 3
Aporte de los niveles locales y regionales
ENTIDAD |
VALOR |
Antioquia Chocó Medellín Bojayá Entidades regionales |
130.394.714 4.071.537 24.605.000 500.000 250.000.000 |
TOTAL | 359.571.251 |
La Respuesta en el Atrato Medio
Aspectos Generales
En todo el proceso de reconstrucción se ha buscado acentuar la necesidad de contemplar un Programa Integral de Reconstrucción que incluya componentes de reconstrucción física y socioeconómica, bajo un esquema descentralizado de gestión, impulsando una dinámica que conciba que son las comunidades afectadas las que, tras un proceso de participación interna y con el apoyo de entes gubernamentales, organismos no gubernamentales y el sector privado, pueden generar las condiciones para la identificación, formulación y ejecución de los proyectos.
Este esquema tiene la virtud de superar el paternalismo y la beneficencia, el "darle todo a la comunidad", a cambio del intento de una real participación en la toma de decisiones sobre el futuro de su desarrollo, incluyendo la organización, participación y decisión sobre los propios programas y proyectos de reconstrucción.
Sin embargo, una cosa es el esquema y otra la realidad. En términos mismos de la "urgencia" de soluciones, como se verá más adelante, presenta como dificultad principal la duración del proceso. Efectivamente, los procesos participativos, sobre todo en comunidades poco organizadas y con poca o nula tradición participativa, consumen tiempo. Es más fácil entregar los recursos en dinero directamente que impulsar, inducir y desarrollar procesos participativos en los que la concertación y el acuerdo sobre las decisiones ocupan un primer lugar.
El inmediatismo espontáneo o inducido que se manifiesta en ocasiones hace que se desconozcan los tiempos y los plazos necesarios para la formulación de un proyecto o, para una vez formulado, obtener los recursos y encontrar al "padrino" que lo ejecute. En general estos tiempos de gestión son, para las comunidades, tiempo muerto y tienden a manifestarse en frustración o desencanto, por una parte, o en actitudes reivindicativas frente a la lentitud del proceso, por otra.
Adicionalmente hay que entender que mientras para el Estado e incluso para el sector privado y las ONGs la formulación y la gestión son unas realidades y unos logros que hacen parte del proceso de reconstrucción, para las comunidades realmente este proceso se inicia no con las reuniones y los talleres que, por ejemplo, se realicen con ellas, sino con la iniciación real de las obras. En alguna medida son dos "realidades" y dos tiempos distintos los que se viven.
En este sentido el proceso de recuperación y, en general, el proceso de gestión de los desastres va a estar marcado por cuatro períodos generales más o menos claros en todos los casos:
En Antioquia la coordinación fue asumida en marzo de 1993 por un Asesor del Despacho del Gobernador, responsable del Programa de Reconstrucción de Antioquia, quien viene liderando el Plan Departamental de recuperación de acuerdo con las directrices establecidas por el Comité Regional. El Gerente Regional elaboró un programa de trabajo basado en "proyectos municipales" y "padrinos municipales" para los municipios más severamente afectados por el fenómeno en el Departamento.
El Programa de Reconstrucción se ha planteado y desarrollado a través de Proyectos Municipales (Madrid 1993) formulados con participación de las administraciones locales. Estas, partiendo de los inventarios detallados de daños, definen las actividades requeridas, la prioridad y los costos de las acciones o proyectos propuestos, las formas de participación comunitaria y la asignación de recursos municipales, buscando el apoyo gubernamental y del sector privado para la financiación pendiente.
En septiembre de 1993 estaban formulados y en proceso de gestión la totalidad de proyectos correspondientes a 14 de los 17 municipios con prioridad para la reconstrucción.
Para evitar la dispersión de esfuerzos y recursos y realizar una gestión estatal coherente hacia y con las comunidades afectadas, se adelantaron labores de concertación con otros planes y programas que actúan en la zona con propósitos de desarrollo económico y social. Tal es el caso del Plan Pacífico, el Plan Nacional de Rehabilitación (PNR), el AT-PAS (Asistencia Técnica al Programa de Ajuste Sectorial de Agua Potable) y especialmente el Plan Urabá.
De los 20 municipios considerados, 11 contaban con "padrinos" para el proceso de recuperación, 13 habían formulado proyectos de carácter municipal y 10 estaban comprendidos en zonas de acción prioritaria del Estado a través del Plan Urabá y/o del Plan Nacional de Rehabilitación (PNR).
En el Chocó la coordinación fue asumida inicialmente por un asesor del Despacho del Gobernador y posteriormente por el Secretario de Gobierno, quien a su vez cumple las funciones de Coordinador del Comité Regional. Dada la debilidad institucional del departamento fue preciso fortalecer las labores desarrolladas a través de la contratación de un equipo asesor para la Gerencia de Reconstrucción, equipo que se transformó en la coordinación técnica de dicho programa.
Pese a la definición, desde principios de 1993, de una serie de prioridades basadas en la capacidad técnica y operativa de la región y las localidades comprometidas en el proceso, este se ha desarrollado con bastantes dificultades, centradas en las dificultades de trabajo y toma de decisiones al interior del Comité Regional de Emergencia del Chocó, la relativa ausencia de voluntad política de las autoridades regionales para adelantar el programa y los roces y enfrentamientos entre el Programa de Reconstrucción y sectores del Comité Regional.
El Atrato Medio
Antioquia
Chocó
Sobre el Proceso de Gestión de las Emergencias
Sobre el Proceso de Reconstrucción
Los días 17 y 18 de octubre de 1992 ocurrieron dos sismos con magnitudes calculadas en 6.6 y 7.2 en la escala de Richter, respectivamente. Estos fenómenos fueron seguidos por centenares de réplicas, muchas de las cuales fueron sentidas por la población. La zona donde ocurrieron el Atrato Medio era reconocida como de riesgo sísmico alto en el Código Colombiano de Construcciones Sismoresistentes (Decreto-Ley 1400 de 1984), y recientemente se estaban adelantando estudios históricos y de monitoreo que permitan catalogarla como fuente sismogénica de primer orden en cuanto a magnitudes y recurrencias.
Dicha zona hace parte de una de las regiones sismotectónicas menos comprendidas del globo debido a su complejidad geológica, a las grandes dificultades de acceso y a lo incipiente de los programas de evaluación técnica y científica de este tipo de fenómenos en el país. Los sismos ocurridos en esta región se sintieron prácticamente en el conjunto del país y generaron daños importantes aunque diferenciados en los departamentos de Antioquia y Chocó, incluyendo las ciudades capitales Medellín y Quibdó.
El Monitoreo y la Evaluación Científica de los Sismos
MAGNITUD |
LATITUD |
LONGITUD |
PROFUNDIDAD |
|
INGEOMINAS | 6,6 |
|||
OSSO (Red Regional) | 6,6 |
6,72 N |
76,95 |
<33 km. |
NIEC (USA) | 6,6 |
6,6 N |
76,8 W |
--------- |
MAGNITUD |
LATITUD |
LONGITUD |
PROFUNDIDAD |
|
INGEOMINAS | 7,2 | 6,9 N | 76,7 W | |
OSSO (Red Regional) | 7,2 | 6,9 N | 76,9 W | <33 km. |
NIEC (USA) | 7,2 | 6,9 N | 77,0 W | --------- |
Sismicidad Histórica
FECHA | LOCALIZACIÓN |
OBSERVACIONES |
8 de marzo de 1883 | Réplicas 15 y 28 | |
1 de diciembre de 1903 | ||
14 de febrero de 1952 | Urrao-Mandé | |
1 de septiembre de 1956 | Riosucio | |
13 de marzo de 1960 | Riosucio | |
1 de septiembre de 1960 | Bojayá | |
22 de septiembre de 1960 | Coredó | |
17 de agosto de 1965 | Paimadó | |
6 de mayo de 1967 | Coredó | |
31 de octubre de 1968 | Murrí | |
14 de febrero de 1969 | Bebaramá | |
2 de agosto de 1970 | Mandé | |
15 de abril de 1972 | La Isla |
Anexo 2 Fuentes de Información
Sistema Nacional para la Prevención y Atención de Desastres
Nivel Regional
Niveles Locales
Organizaciones privadas y organismos no gubernamentales