LUIS ABOITES AGUILAR Y
GLORIA CAMACHO PICHARDO
This paper is a preliminary approach to one of Mexican history's most unknown periods: 1949 to 1958. Wishing to begin this endeavour, it discusses the impact of a severe drought that affected especially the North and Center of the country. The essay is divided into three sections. The first estimates the drought's magnitude, considering rainfall levels, the flow of water in some of the principal rivers and the water levels in reservoirs and lakes. The second describes some of the social and economical effects in several areas of the country, and the third studies the Chapala Lake conflict between the federal goverment and some groups of the city of Guadalajara.
En memoria del incansable
y admirable ingeniero
Don Pablo Bistráin
Este trabajo es un primer acercamiento a un periodo caracterizado por una baja considerable en las precipitaciones pluviales, ocurrido en México a mediados del siglo XX. Las referencias historiográficas utilizadas provienen de estudios sobre las crisis agrícolas de fines de la época colonial provocadas básicamente por sequías.2 Además de que puede ser interesante comparar una época con la otra, en este trabajo se utilizan fuentes de información que no existen para el periodo colonial, por ejemplo, las series anuales de precipitación y las estadísticas de superficies y de producción por regiones. Estas fuentes son resultado de los modernos servicios gubernamentales de meteorología y estadística. Esperamos mostrar las posibilidades que ofrece este tipo de información en el estudio de procesos sociales vinculados a la presencia de fenómenos meteorológicos.
En la primera parte de este trabajo se hace un intento por periodizar y regionalizar la "sequía" ocurrida a mediados del siglo XX. En la segunda, se revisan algunos de los impactos sociales más importantes que trajo consigo esa baja en las precipitaciones. Y en la tercera y última parte, se analiza con más detenimiento la situación reinante en la ciudad de Guadalajara, a raíz de la escasez de agua y la disminución del nivel del lago de Chapala.
La sequía de 1949-1958 no fue un fenómeno exclusivo de la república mexicana. El sur norteamericano fue particularmente afectado por esta baja de precipitaciones, en particular los estados de Texas, Nuevo México, Oklahoma, Mississippi y Arkansas.4 Varios países europeos, entre ellos Francia, la Unión Soviética, España, Inglaterra y Alemania, también se vieron severamente afectados. En el otoño de 1949, no obstante los rezos de los católicos italianos, se vivía una aguda crisis de abastecimiento eléctrico provocado por la sostenida sequía. En Francia las lluvias de marzo de ese año habían mejorado la situación, pero en España la escasez de lluvias continuaba.5 En Cataluña las empresas hidroeléctricas contaban con apenas el 25% del nivel normal de agua y los depósitos de agua llegaban apenas al 10%.6
Los científicos recurrían a diversas hipótesis para explicar el fenómeno. Una de las que tenía mejor acogida era la de las manchas solares, propuesta desde el siglo XIX por Jevons para explicar el ciclo agrícola.7 En la ciudad de México, en febrero de 1879, don José Rosell, un profesor veracruzano, exponía su teoría sobre la relación entre las manchas solares y las variaciones en los niveles de precipitación.8 A mediados del siglo XX, un astrónomo japonés, M. Yamamoto, señalaba que la onda de calor que se sentía a lo largo del mundo tenía su origen en las manchas solares cuyo tamaño era 25 veces superior al de la tierra y que eran las mayores observadas durante los tres años anteriores.9 El ingeniero Gallo, en ese entonces jefe de los servicios meteorológicos del Observatorio de Tacubaya, aseguraba que tanto la escasez de agua como la onda cálida eran resultado de las explosiones atómicas de Hiroshima y Nagasaki, cosa de la que dudaba don Severo Díaz, jefe del departamento de Meteorología de Jalisco, quien argüía en cambio un acercamiento de la tierra al sol.10 Entre mayo y julio de 1948, la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística organizó varias reuniones de trabajo en las que se debatió el tema de si el mundo, y en especial México, llegaría a convertirse en desierto, en vista de la escasez de lluvias y las altas temperaturas.11
En México, la sequía no afectó a la totalidad del país. Por ejemplo en 1952 y 1955 Tabasco, ubicado en la zona de trópico húmedo en donde las precipitaciones alcanzan hasta los cuatro mil mm. anuales, fue asolado por sendas inundaciones, que también se resintieron en la cuenca baja del Papaloapan, también del área tropical. La evidencia muestra que la baja de precipitaciones afectó la porción central del país (la llamada Altiplanicie con lluvias promedio de hasta 1 mil mm. anuales) y sobre todo el área semiárida del norte, en donde el régimen pluviométrico promedio era inferior a los 400 mm. anuales. La Secretaría de Recursos Hidráulicos (SRH) ofrecía este diagnóstico en 1952.12 También hay que considerar las grandes inundaciones provocadas por los ríos Yaqui y Mayo en enero de 1949 así como las fuertes heladas que dañaron cultivos en algunas partes del norte del país (La Laguna y el valle de Culiacán) en el invierno 1948-1949.13
Para mostrar la magnitud de la sequía hemos recurrido en principio a dos indicadores: precipitaciones y escurrimientos. Más adelante, se incluye el referente al almacenamiento de algunos vasos y presas. Esta información proviene del Boletín Hidrológico, editado por la SRH hasta 1971, así como de los informes de esa misma Secretaría del periodo 1947-1970.14
Los cuadros que aparecen al final del ensayo muestran la magnitud de esa baja en las precipitaciones. Quedan claros por lo menos dos hechos. El cuadro 1 es cronológico: la baja en las precipitaciones se inició después del gran año lluvioso de 1944 y tuvo su punto culminante en los años de 1951-1952.15 El final de la sequía puede ubicarse en la segunda mitad del año de 1958, cuando fuertes precipitaciones elevaron la disponibilidad de agua en buena parte de la república (véase cuadro 1 y gráficas 1 y 2).
El segundo hecho se refiere a la regionalización: la sequía afectó sobre todo la porción central y norte-centro del territorio nacional; la sequía se alargó en esta última área desde 1949 hasta 1958, teniendo sus años más críticos en 1951-1953. En el centro del país, sin embargo, el año de 1953 marcó el inicio de una lenta recuperación en los niveles de precipitación y en general de la disponibilidad de agua. Igual ocurrió en el noreste, que parece haber sido menos afectado que el noroeste. En Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas ocurrieron inundaciones en 1955, debido a las crecientes del río Bravo (véase cuadro 2 y gráfica 3).
En la época colonial, una sequía de esta magnitud desencadenaba escasez de granos, carestía y hambruna, es decir, verdaderas catástrofes que empeoraban las condiciones de vida de los habitantes del medio rural y de las ciudades. Sin embargo, en el siglo XX hay dos hechos, uno de carácter general y otro particular del caso mexicano, que parecen haber "suavizado" el efecto de la sequía.
Hacia 1950, nuestro país era ya un importante importador de alimentos, además de que contaba con una larga experiencia en la materia, según se desprende de las grandes importaciones realizadas a raíz de la sequía de 1891-1892; esto es, que a diferencia del periodo colonial la escasez interna podía compensarse recurriendo al mercado mundial de alimentos, un elemento ausente en la época colonial. A mediados del siglo XX el estado mexicano podía recurrir a ese mercado para subsanar las carencias internas, incluso en grandes proporciones. La estadística de la balanza comercial muestra efectivamente un peso importante de las importaciones desde antes del inicio de la sequía, por lo menos en el caso del trigo. Durante el periodo de la sequía esas importaciones se incrementaron, como lo muestra el cuadro 3. Incluso al llegar a la presidencia, Adolfo Ruiz Cortines, en diciembre de 1952, inició un Programa Agrícola de Emergencia destinado a resolver el problema de la escasez y carestía de alimentos básicos.16
El segundo hecho tiene que ver con una paradoja. No obstante la sequía, el volumen de producción de alimentos aumentó entre 1949 y 1957: el maíz casi en un millón de toneladas (de 4.5 a 5.3 millones de toneladas), el frijol de 372 mil a 410 mil toneladas y el trigo muestra un asombroso aumento de 503 mil a 1,377,000.
Este comportamiento agrícola parece explicarse, por lo menos en parte, por el gigantesco programa de inversiones gubernamentales en obras de riego que se traducían en aumentos sostenidos en las superficies beneficiadas. Era la época de oro de la política de irrigación mexicana, cuando se incorporaban más de 80 mil hectáreas de riego al año. Entre 1926 (año de inicio de la política de irrigación) y 1946, el promedio anual de superficie irrigada no alcanzaba ni las 25 mil hectáreas. A partir de 1947 (fecha de creación de la SRH) y hasta 1958, el promedio anual saltó a 80,294, destacando los años de 1955 y 1956 con poco más de 100 mil y 150 mil hectáreas, respectivamente.17
Pero la ampliación de la superficie cosechada no sólo tenía que ver con la expansión de las obras de riego. En estos años se estaban abriendo nuevas tierras de temporal al cultivo. Este fenómeno, muy poco documentado por cierto, ha sido visto como uno de los resultados del enorme reparto agrario de la década de 1930. Por lo menos contamos con referencias de dos zonas del país: el oeste de Chihuahua, en donde se abrieron grandes superficies destinadas al maíz y al frijol, y la costa de Jalisco, según se señala en un documento oficial.18
En esos años, además, la "revolución verde" comenzaba a dar resultados en cuanto al aumento en los rendimientos por hectárea, como lo muestran los tres cultivos mencionados: el maíz tenía un rendimiento medio de 757 kilos por hectárea en 1949, contra 835 en 1957 (10% de aumento); en igual periodo, el frijol pasó de 261 a 356 kilos (36%) y el trigo, el más espectacular, de 940 a 1,340 kilos por hectárea (43%).
Sin embargo, en 1952 las cosechas de maíz y frijol, predominantemente temporaleras, disminuyeron sensiblemente hasta llegar a los niveles de 1948.19 No extraña que, por ello, el gobierno se haya visto obligado a aumentar las importaciones de maíz y frijol de manera notable, por lo menos entre 1952 y 1954. En el caso del trigo la reducción del volumen de producción alcanzó unas 80 mil toneladas en 1952; esto obligó a importar un volumen equivalente a un impresionante 67% de la cosecha nacional. En el caso del maíz, la baja fue más drástica en 1952: 400 mil toneladas (poco más del 8% de la cosecha del año anterior).
A pesar de todo, vista en términos generales, la producción agrícola no sólo se había sostenido sino que mostraba indicios de crecimiento. La SRH señalaba esa misma paradoja. Por ejemplo en el informe de 1952:
No obstante la grave sequía que se padeció en el periodo del Informe, la superficie cosechada ha tenido en este año el valor más alto registrado hasta la fecha en el conjunto de Distritos de Riego. La superficie total cosechada alcanzó a 1,274,000 hectáreas, que produjeron cosechas con un valor total de 2,057,595,739 pesos.20
La expansión de la superficie cultivada en los distritos de riego es sugerente:
Superficie cosechada Valor de la (hectáreas) producción (pesos) ------------------------------------------------------ 1949-1950 905,820 1,051,917,242 1950-1951 1,048,268 1,796,152,914 1951-1952 1,274,000 2,057,595,739 1952-1953 1,266,953 2,041,364,365 1953-1954 1,548,585 2,939,481,935 1954-1955 1,677,308 3,920,564,011 -----------------------------------------------------Fuente: Informe SRH 1954-1955:286.
Como se ve, en el periodo de máxima sequía (1949-1955) la superficie cosechada en los distritos de riego aumentó en más de un 85% y en el que parece el peor año, 1952, la baja de la superficie fue de apenas ocho mil hectáreas. Obviamente si se observa en términos de las tasas de incremento previas, esa reducción es más considerable.
Para explicar la expansión de la superficie irrigada hay que considerar un elemento importante: el agua disponible en los vasos y presas podía destinarse al riego de esas crecientes superficies, a pesar de las captaciones tan bajas. La sucesión de años de sequía sí impactó desfavorablemente los niveles de almacenamiento pero distó de haberlos agotado. Salvo casos extremos como Chapala (estado de Jalisco), el Palmito (Durango) y la Boquilla (Chihuahua), el volumen almacenado en conjunto continuó siendo una fuente de agua de gran importancia. El cuadro 4 resume los datos disponibles que, por desgracia, se inician en 1946 (véase también la gráfica 4).
Las reducciones más drásticas ocurrieron en el lago de Chapala y en el Palmito, la principal presa de la Comarca Lagunera. En el primer caso, el promedio de 1950-1954 (616) apenas constituye el 10% del promedio alcanzado en 1965-1969 (6,184), un monto muy cercano a la capacidad útil del lago; en el segundo, el nivel promedio de 1950-1954 (380) significa poco menos del 20% del promedio del periodo 1965-1969 (2,328). Como ningún otro indicador, el del almacenamiento refleja la caída sostenida de la precipitación a lo largo del quinquenio que siguió al gran año lluvioso de 1944. Esta es sin duda una de las características del fenómeno climatológico que estamos estudiando, la sucesión de varios años de escasas precipitaciones, de 1945 a 1958.
Es necesario dejar de lado este tipo de indicadores globales para explorar el impacto de la sequía en algunos sectores de la sociedad mexicana. La sequía generó conflictos o bien agudizó los existentes y sin duda agravó las condiciones de pobreza urbana y rural. Este panorama es el que se presenta en seguida.
En La Laguna, una de las principales zonas algodoneras del país, la baja en la disponibilidad de agua en la presa del Palmito (o Lázaro Cárdenas) se tradujo en una drástica contracción de la superficie cosechada. A principios de 1952 se anunciaba que sólo podrían cultivarse 20 mil hectáreas, que luego se redujeron a apenas 13 mil, es decir, el 13% de la superficie cosechada en el ciclo anterior. Esta reducción de la superficie cosechada generó severos problemas de desempleo rural, tanto entre los ejidatarios algodoneros como entre los jornaleros que acudían a esa zona, en virtud de la gran demanda de brazos que exigía el cultivo algodonero, especialmente la cosecha. En consecuencia, la SRH decidió invertir casi doce millones de pesos para emplear diariamente entre 5 mil y 15 mil ejidatarios. Se hicieron obras de conservación, se construyeron caminos y carreteras y se perforaron norias.21
Menos importante que la región lagunera, el distrito de riego de Don Martín, en Nuevo León, no pudo cultivar una sola hectárea en 1952. Temerosas de que ocurriera lo mismo que en el periodo 1938-1941, cuando la presa se secó y se abandonaron las parcelas poniendo en riesgo la sobrevivencia del asentamiento de ciudad Anáhuac, las autoridades invirtieron grandes sumas para generar empleos y de paso reparar algunas de las instalaciones del distrito de riego. Igual ocurrió en Río Bravo, Tamaulipas. Lo que se temía era una emigración masiva: con esas inversiones en empleo, decía la SRH, "ha sido posible mantener en las regiones respectivas los núcleos de población, evitando así la emigración de los mismos".22 La preocupación por el impacto de la sequía en la movilidad de la población rural era notoria. En Coahuila, por ejemplo, se expresaba pesar por la emigración de trabajadores del campo en busca de mejores tierras o mejores empleos, incluso en el país vecino, pues esa emigración significaba el "abandono de grandes extensiones de tierras, dedicadas a diversos cultivos, especialmente algodón".23
En el distrito de riego de Delicias, Chihuahua, la necesidad de garantizar el riego de una considerable superficie de cultivo algodonero, obligó a las autoridades a construir una toma baja en la cortina de la presa de La Boquilla, para tener acceso al volumen "muerto" o de reserva y garantizar así el servicio de riego a unas 30 mil hectáreas de algodonales, en lugar de las 7 mil que hubieran podido regarse.24
En Durango algunos menonitas recién llegados de Canadá, que se habían establecido en las áridas planicies vecinas al Bolsón de Mapimí, prefirieron regresar a ese país ante la intensidad de la sequía.25 En Veracruz, el ayuntamiento erogaba mil pesos diarios en el verano de 1949 para desinfectar las aguas del río Jamapa para abastecer a la población, aquejada de escasez de agua y de altas temperaturas. Poco después se informaba que la laguna "Lagarto", que abastecía de agua al puerto de Veracruz, se había agotado por completo en virtud de la tremenda sequía. Un diario afirmaba que ese fenómeno nunca había ocurrido antes.26
Desde abril de 1949 se comenzó a señalar la escasez de agua en el sistema de presas hidroeléctricas de Necaxa, situadas en el estado de Puebla, lo que ponía en riesgo el abastecimiento eléctrico de la ciudad de México. A las preocupaciones de unos se oponía el optimismo de otros: el 11 de junio de 1949 se anunciaba que era difícil que la ciudad de México viera interrumpido el servicio eléctrico, porque ya estaban funcionando varias unidades termoeléctricas, como la de Tacubaya que generaba 30 mil kilovatios hora (ésta había sido construida en menos de un año). Además, se contaba con las de Tepuxtepec, Nonoalco e Ixtapatongo. Sin embargo, en agosto de 1949 Necaxa contaba apenas con siete millones de metros cúbicos, en lugar de los ciento setenta millones que debía tener.27 El 14 de septiembre la prensa capitalina anunció el inicio de cortes de energía en la capital del país. Como era usual los trabajadores sindicalizados se opusieron a las medidas de racionamiento; para tranquilidad de todos, a fines de septiembre las lluvias alejaron el riesgo del racionamiento.28 Sin embargo, la navidad de 1949 fue particularmente crítica en Xochimilco, por la disminución del nivel de las aguas.29 Las medidas de emergencia incluían desde la instalación de nuevas plantas de diesel en Tacubaya, la renta de plantas móviles norteamericanas y hasta la compra de una planta generadora flotante, que el gobierno adquiriría en Puerto Rico. El problema era serio, porque la demanda de electricidad en la ciudad había aumentado en casi un tercio en los tres años anteriores.30
En Tampico, Tamaulipas, una empacadora de carne que utilizaba el agua de una laguna anunciaba que sólo disponía del vital líquido para siete días más. Además, en esta localidad se quejaban de que el agua que proporcionaba el municipio era salada y escasa; mientras tanto, en Monterrey, Nuevo León, era inminente la falta total de agua potable.31 Un año después, en 1950, se informaba también en Tampico de la muerte de 35 mil reses víctimas de la sequía, noticia que se repetía en Jalisco.32
A partir de mayo de 1949, los periódicos se inundaron de noticias sobre los efectos de la sequía.33 El 30 de mayo se informaba sobre la escasez de agua en el Valle de Juárez, en Chihuahua; el 13 y 18 de junio de pérdidas de cosechas en Montemorelos y Terán, Nuevo León, y en la zona norte de Tamaulipas; el 5 de agosto se alertaba sobre los daños por sequía en Texcaltitlán, en el Estado de México; el 31 de agosto se expresaba preocupación por la pérdida de cosechas en San Bartolo Naucalpan; al día siguiente se reseñaba la crisis de la ganadería en la zona de Pánuco, Veracruz; el 5 de septiembre aparecían notas sobre la pérdida inminente de cosechas en Zamora, Michoacán; cosa similar se decía para la zona de León el 8 de septiembre de 1949; el 9 de septiembre se anunciaban pérdidas millonarias por la sequía en el estado de Guerrero, sobre todo en maíz, así como de maíz y caña en Tekax, Yucatán; el 28 de octubre se decía que las exportaciones de azúcar se reducirían a la mitad en 1950, en virtud de las pérdidas provocadas por la sequía. El 22 de enero de 1950 se informaba del pesimismo de los agricultores de Irapuato ante la ausencia de "cabañuelas". El 3 de febrero el mismo diario daba a conocer que la ciudad de Celaya, Guanajuato, padecía interrupciones en el servicio eléctrico, a causa de que los agraristas de la colonia agrícola Michoacán tomaban indebidamente el agua de las plantas hidroeléctricas de Botello y Sabino. El 23 de agosto de 1950 se daba cuenta del pánico prevaleciente en unos 250 poblados del estado de Sinaloa por la pérdida de cosechas y daños al ganado; el 23 de agosto siguiente se informaba que el gobierno del Estado de México distribuía 300 toneladas de maíz para aminorar la escasez y la carestía del grano, fenómenos ocasionados por la tremenda sequía.
El 11 de septiembre se anunciaba la inminente escasez y carestía de maíz por las pérdidas ocurridas en Jalisco y en el Estado de México, dos de los principales estados productores del grano; el 12 del mismo mes se informaba del temor de pérdidas agrícolas en Zacatecas, lo mismo en Tulancingo, Hidalgo, al día siguiente. En el estado de Morelos, según la crónica de 20 de octubre, el gobernador, con la cooperación de diversos sectores, organizó un programa de emergencia para sembrar maíz de invierno con el fin de resarcir las pérdidas provocadas por la sequía en el ciclo de verano. Para colmo, una helada afectó con gran severidad los cultivos en Zamora y Manuel Doblado, Guanajuato, a mediados de febrero de 1950.
En Sonora la situación era particularmente crítica, según se desprende de la siguiente nota originada en Guaymas:
En su visita a pequeños poblados y tierras cultivadas en su mayor parte por ejidatarios, el presidente de este ayuntamiento, señor José María Ramonet y funcionarios que lo acompañaron en el viaje a dichos lugares, ubicados todos ellos en jurisdicción de esta municipalidad, presenciaron las más lamentables escenas de ruina y desolación, determinadas por la espantosa sequía que arrasa prácticamente campos de labranza y de cría de ganado [...] La sequía es de tal manera aguda que todas las siembras hechas en julio se han perdido irremediablemente, y no hay esperanzas de que puedan hacerse en este mes y en los sucesivos por la falta absoluta de agua para el riego de las labores.34
La población, agobiada por la escasez, buscó agua en el subsuelo y en el cielo. Los agricultores de diversas partes del país recurrieron más y más a la explotación intensiva de los mantos subterráneos. En la Comarca Lagunera se inició una desenfrenada carrera para extraer agua del subsuelo. Los pozos profundos aumentaron de 1,531 en 1948 a 2,710 en 1954.35 Este fenómeno fue impulsado por el propio gobierno federal a través de créditos blandos. En la primavera de 1949, el presidente Miguel Alemán declaraba que el subsuelo era una de las opciones para hacer frente a la crisis provocada por la sequía: "Alemán inicia la batalla del subsuelo para dar agua al campo", rezaba un encabezado de un diario de la ciudad de México.36
Otros pocos buscaron agua en las nubes. En estos años se recurrió a diversos métodos para producir lluvias artificiales. Por lo menos se sabe de dos. El primero era el bombardeo de bancos de nubes con hielo seco y yoduro de sodio, mediante aplicaciones aéreas. La Fuerza Aérea Mexicana y los gobiernos de Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, San Luis Potosí, Guanajuato y Colima colaboraron en estos trabajos. Pero se tenían reservas sobre "un procedimiento sobre el cual no se tiene un control científico".37 El otro procedimiento se basaba en un aparato diseñado por el profesor José Ugalde Pérez, que ionizaba la atmósfera. Todavía en la primavera de 1957, este "hacedor" de lluvia trabajaba en las cercanías de Saltillo, Coahuila y de Ciudad Delicias, Chihuahua.38
En 1949 hubo una fuerte discusión en torno a la posibilidad de que una empresa privada norteamericana (de Phoenix, Arizona) obtuviera un contrato para producir lluvia artificial. El ingeniero Andrés Alcántara Galván, uno de los expertos mexicanos en la materia, señalaba que "el control restringido de la lluvia artificial, con ser peligroso, resultará mucho más si se pusiera en manos de una compañía extranjera, pues acarrearía la ruina de vastos sectores campesinos que quedarían al margen de ese beneficio científico".39
Lo cierto es que la lluvia artificial estuvo lejos de constituir una alternativa tecnológica importante, equiparable por ejemplo a la expansión de la explotación de las aguas subterráneas y de la producción de electricidad mediante las termoeléctricas.
En 1945 la precipitación en la cuenca del lago de Chapala fue la menor en varias décadas; fue el primero de trece años consecutivos de bajas precipitaciones (con la excepción de 1955). Esa baja hizo disminuir los escurrimientos del Lerma y para 1947 el nivel de Chapala era tan bajo como en 1916 y 1930. Pero a mediados de siglo, Guadalajara tenía 388 mil habitantes, tres veces más población que en 1910.40 En 1948 el lago alcanzó su nivel más bajo del siglo hasta entonces, cuando llegó a la cota de 94.40, según la escala particular establecida por el ingeniero Luis P. Ballesteros a principios de siglo. En 1955 el nivel descendería aún más: hasta la cota 90.80.
El abatimiento del nivel del lago de Chapala provocó una crisis en el abastecimiento de energía eléctrica a la ciudad de Guadalajara, además de grandes dificultades en el abasto de agua potable, que por lo visto afectaba de manera preponderante a los barrios más pobres.41 En estas partes de la ciudad los habitantes tenían que pagar entre tres y cinco pesos por el agua de un día.42 Tal y como señalaba una petición de febrero de 1948 dirigida al presidente de la república, las familias acomodadas y de clase media no sufrían demasiado gracias a la instalación de bombas y piletas. Pero los pobres, según se lee en ese mismo documento, preferían orinar y defecar en la calle para evitar las inmundicias dentro de los hogares.
Esperamos que no sea embano [sic] nuestra queja que hemos expuesto ante usted, pues al atender nuestra súplica remediará a miles de familias pobres de este estado seco que tenemos que mendigar el agua.
En 1949, según decía un memorándum de noviembre de ese año, la intervención del Banco Nacional Hipotecario Urbano y de Obras Públicas se había traducido en un aumento del caudal de 515 a 685 litros por segundo, pero aún hacían falta otros 125.43
Por lo que se refiere al abasto de electricidad, Guadalajara se surtía de tres plantas hidroeléctricas que aprovechaban las aguas del río Santiago, es decir, aguas abajo del lago de Chapala. Al bajar su nivel, las aguas del lago no alcanzaban a escurrir por gravedad hacia el lecho del Santiago, lo que limitaba la posibilidad de generar energía. La Nueva Compañía Eléctrica Chapala, que se había constituido en 1925 con capital de un empresario norteamericano de apellido Morrison, se vio obligada a construir un canal artificial para permitir la salida de las aguas del lago al río y asegurar así el volumen requerido para el movimiento de las turbinas.44
El ingeniero Francisco Sandoval narra que Morrison ofreció donar la compañía al gobierno federal en tiempos de Lázaro Cárdenas. Este no aceptó el regalo pero sí dispuso que el gobierno la adquiriera, lo cual hizo en once millones de pesos en 1940.45 A pesar de pertenecer al gobierno, la empresa hidroeléctrica se vio en el centro de la tormenta porque opondría gran resistencia a la injerencia del gobierno federal en el control de la corriente del Lerma-Santiago. En esa controversia participaron de manera destacada dos distinguidos abogados locales, Alberto G. Arce y Emiliano Robles León, ambos funcionarios de la hidroeléctrica.
Según el ingeniero Sandoval, en 1948 esta empresa, no obstante ser propiedad del gobierno federal, promovió una movilización popular "en defensa del lago". El enemigo era el propio gobierno federal (o por lo menos la SRH), que supuestamente había elaborado un plan para desecar el lago y regar vastas propiedades del general Lázaro Cárdenas en Michoacán, así como para aprovechar las tierras del fondo del lago para repartirlas entre amigos del secretario de Recursos Hidráulicos, el ingeniero Adolfo Orive Alba. La prensa local hizo suya la causa de la empresa eléctrica y enfiló baterías no sólo contra Orive sino también contra un alto funcionario de la SRH en Jalisco, el ingeniero Elías González Chávez. Este era discípulo del ingeniero Luis Ballesteros, el constructor de la obra de desecación de la parte oriental de Chapala conocida como la "Ciénega" y de la presa Poncitlán. Orive y González Chávez eran amigos cercanos de Cárdenas.
En la aguda polémica por el destino del agua y del lago de Chapala participaron también dos organismos. El primero era el Comité Pro-Conservación y Defensa del Lago de Chapala, creado entre otros por el novelista Ramón Rubín y Ricardo Delgado Román y cuyo lema era por demás elocuente: "Donde muere un lago nace un desierto". El otro era la Junta Auxiliar Jalisciense de la Sociedad de Mexicana de Geografía y Estadística, que dedicó varios números de su boletín a refutar los argumentos ofrecidos por la parte contraria. Por ejemplo señalaba que
el Comité también ha tenido que combatir las muchas mentiras que se han dicho sobre el abatimiento de nuestro Lago: unos que ha sido la tremenda evaporación, otros que el azolve, otros que la sequía cíclica porque atravesamos.46
El abogado José G. Zuno, ex-gobernador del estado y aún de fuerte influencia política en el estado, y el presbítero Severo Díaz, de larga trayectoria en los servicios meteorológicos jaliscienses, eran dos de los personajes que participaban en la polémica en contra de la SRH y González Chávez.
La crisis de Chapala-Guadalajara coincidía con la puesta en marcha de dos proyectos del gobierno federal que utilizaban las aguas en la cuenca alta del río Lerma. El primero era la presa Solís, que daría lugar a la formación del distrito de riego del mismo nombre en el estado de Guanajuato. Un diario de Guadalajara expresaba su preocupación en los siguientes términos:
El establecimiento de la presa de Solís [...] cuyo vaso ha de llenarse con las aguas del río Lerma, será un golpe de muerte para la economía de los estados de Jalisco y Michoacán, pues al provocar la escasez en el lago de Chapala, ocasionará la reducción de la energía eléctrica, afectando a la industria de Jalisco en forma decisiva.47
El segundo proyecto federal era la extracción de agua de manantiales de la zona de Almoloya del Río, Texcaltenco, Alta Empresa y Ameyalco, situados al sur y oriente del la laguna de Lerma, en la cuenca alta del río Lerma para abastecer a la sedienta ciudad de México. Las obras de conducción de este volumen a la ciudad de México se aceleraron a partir de 1947 y se concluyeron en septiembre de 1951, aportando 3.5 metros cúbicos por segundo a la capital del país. El crecimiento demográfico de la ciudad de México había sido mucho mayor que el de Guadalajara entre 1910 y 1950: de 471 mil a 3.1 millones de habitantes, esto es, aumentó más de siete veces. No obstante ese crecimiento, las obras del Lerma permitieron aumentar la dotación de agua de 199 a 388 litros diarios per cápita.48
La campaña encabezada por la compañía eléctrica encubría en realidad una lucha por el control y destino del agua de Chapala. En cuanto los niveles del lago comenzaron a disminuir, el gobierno federal intervino para establecer una regulación más estricta. Esa regulación implicó la disminución de volúmenes para la Eléctrica Chapala.
El 19 de junio de 1949, el periódico El Sol de Guadalajara informaba a sus lectores que en vista de la escasez de agua, la SRH había decidido reducir el volumen de agua otorgado a la compañía eléctrica de Chapala.49 Dicho diario se apresuraba a señalar que esa medida era una amenaza contra la industria jalisciense. Ya meses antes la empresa había difundido un estudio que mostraba que el uso hidroeléctrico industrial era el más productivo para la economía: mientras que el uso industrial de un litro por segundo representaba 12 mil pesos y 2 mil pesos en usos domésticos y comerciales, ese mismo volumen dedicado a la agricultura sólo producía un rendimiento anual de 200 pesos.50
El razonamiento era claro: si había escasez de agua la agricultura debía sufrir las restricciones, no la industria. Por eso, el 28 de junio siguiente el mismo diario comentaba que "en círculos industriales y técnicos" se esperaba la pronta rectificación de la medida restrictiva impuesta por la SRH. Sin embargo, el 14 de julio siguiente el secretario Orive Alba declaraba que el sistema hidroeléctrico de Chapala se veía amenazado por la escasez de agua, y hasta apuntó la posibilidad de reducir el consumo doméstico para destinar mayores volúmenes a la generación de electricidad. Las restricciones de electricidad se iniciaron a principios de agosto siguiente: las industrias debían suspender labores de las siete a las once de la mañana y de las siete a las once de la noche.51 Los esfuerzos para provocar lluvia artificial, que costaban medio millón de pesos, eran vistos con gran escepticismo.52 El 3 de septiembre la ciudad de Guadalajara se quedó sin luz durante varias horas, como resultado de la escasez de agua en las plantas. Algunas industrias optaron por adquirir equipos de generación de electricidad. El ingeniero González Chávez, encargado del control de aguas para hidroelectricidad, anunció que si continuaba la escasez de agua en Chapala, la ciudad de Guadalajara se quedaría sin luz doce horas al día. La construcción de la imponente central hidroeléctrica de Colimilla, que también usaba las aguas de Chapala, no podría concluirse en ese año.53 El inicio de las lluvias a principios de octubre hizo que finalmente se anunciara la suspensión del racionamiento eléctrico en la ciudad. Sin embargo, el siete de diciembre Guadalajara y otras localidades de Jalisco permanecieron a oscuras durante la noche, a causa de desperfectos en las plantas generadoras.54
Más de un año después, el 15 de septiembre de 1950, la compañía hidroeléctrica de Chapala solicitaba a la SRH que se restringieran las concesiones de riego en el Alto Lerma "a efecto que esta agua pueda entrar al Lago de Chapala y resolver en parte el problema que se presenta para la generación de energía". La SRH reiteraba su argumento: la escasez de agua en Chapala obedecía a la sequía y no a las tomas del Alto Lerma.55
Pero la empresa hidroeléctrica, y con ella el Comité Pro-Conservación y Defensa del Lago de Chapala y la Junta Jalisciense, insistía en que la desecación de Chapala era resultado de los aprovechamientos de la cuenca alta del Lerma, tales como el almacenamiento en las presas de Yuriria, Tepuxtepec y Solís. Así se señalaba en un memorándum dirigido por el gerente de la empresa al gobernador del estado. En este documento, publicado el 8 de noviembre de 1950 en El Sol de Guadalajara, el gerente solicitaba a la SRH la suspensión de la construcción de obras de aprovechamiento en toda la cuenca Lerma-Chapala-Santiago, hasta que se realizara un estudio hidrológico detallado. Alegaba que la empresa surtía energía eléctrica barata no sólo a Guadalajara sino también a Ocotlán, en donde funcionaban dos empresas muy importantes: Celanese Mexicana y Nestlé. Criticaba también a la SRH por no brindar la atención que requería el problema de Chapala.
Un día antes, el 7 de noviembre, el diario tapatío había informado que 20 sindicatos de la Federación de Trabajadores de la Industria y Comunicaciones Eléctricas apoyaban a los trabajadores electricistas de Guadalajara en su lucha por la defensa del lago. Era evidente que estos trabajadores veían amenazada su fuente de empleo y por ello se sumaban a la postura empresarial.
Los jaliscienses también apostaron a la religiosidad. La virgen de Zapopan era sacada de su templo para encabezar peregrinaciones pidiendo agua al cielo. El obispo se vio involucrado en el conflicto que, por igual, reunía a millonarios y a masas urbanas afectadas por los cortes de luz y la escasez de agua. En septiembre de 1950 en una circular el obispo señaló:
La escasez de agua en el Lago de Chapala inspira serios temores respecto del porvenir económico y del bienestar social de nuestra región, en vista de lo cual urge pedir a Dios que remedie esta necesidad y, al efecto, me ha parecido oportuno que se haga un voto a Nuestra Señora de Zapopan de celebrar una gran solemnidad en Zapopan y otra en Chapala si nos alcanza del cielo el advenimiento del agua suficiente para resolver este problema [...]56
El 28 de noviembre de ese año, el gobierno federal creó la Comisión de Estudios del Sistema Lerma-Chapala-Santiago, que se integraba con representantes de los estados de México, Guanajuato, Jalisco, Michoacán, Nayarit y el Distrito Federal, aunque era presidida por un representante de la SRH. El vilipendiado González Chávez fue nombrado uno de sus dos asesores técnicos.
La creación de esta Comisión expresaba con nitidez la perspectiva del gobierno federal. Se trataba de beneficiar ante todo los "intereses nacionales" y para ello consideraba el problema de Chapala desde una perspectiva global, de cuenca, "como una sola unidad". Además de la composición de la Comisión con representantes de los diversos estados, esa perspectiva consistía también en considerar en sus justos términos los usos múltiples de la corriente fluvial, a saber, irrigación, abasto de agua potable a poblaciones, hidroelectricidad y desarrollos industriales. Pero no era difícil percibir el problema generado en Guadalajara: el objetivo inmediato de la comisión era sugerir soluciones al gobierno federal para "resolver en forma permanente el problema de falta de energía en el estado de Jalisco cuando los almacenamientos en el Lago de Chapala son reducidos".57
En el seno de esta Comisión el gobernador de Jalisco, González Gallo, solicitó en 1951 que se suspendieran los aprovechamientos del Lerma aguas arriba de Chapala, para ayudar a la recuperación del lago. La propuesta fue desechada pues implicaba, entre otras cosas, dejar de regar por lo menos 100 mil hectáreas en la cuenca alta.58 Ese tipo de propuestas jaliscienses quedaron totalmente marginadas ante la perspectiva global (nacional) que dominaba los trabajos de la Comisión y en general del gobierno federal.
En 1953, al inicio de la nueva administración federal, el ingeniero González Chávez recibió dos nombramientos de gran importancia: el de vocal de la Comisión Lerma-Chapala y el de gerente general de la compañía hidroléctrica. Esta decisión federal era indicio de que las autoridades no variaban su enfoque general con respecto a Chapala, no obstante las numerosas quejas, denuncias, estudios y publicaciones que insistían en que la baja en el nivel de las aguas de Chapala obedecía a un proyecto del gobierno federal.
Al gobernador de Jalisco, el escritor Agustín Yañez (1953-1959), se le acusó de tibieza en la defensa del lago. En ese contexto vio la luz un libro llamado La muerte de un lago, obra sarcástica basada en un personaje de nombre "Madaleno", que recogía los argumentos en contra de Orive y González Chávez así como también del sucesor de Orive, el ingeniero Eduardo Chávez.59
Como se puede ver en los cuadros y gráficas, los años de sequía continuaron en la década de 1950. En 1954 el nivel del lago alcanzaba apenas el 10% de su nivel normal. El año de 1955 fue generoso y el lago recuperó buena parte de su volumen.
Por lo visto, los argumentos de las partes se mantuvieron inalterados. El abogado Zuno no dudó, el 6 de diciembre de 1956, de calificar como "maldita" a la Comisión Lerma-Chapala (sobre todo por un decreto de 1953, que autorizaba la desecación de 18 mil hectáreas del lago); el ingeniero González Chávez continuó recibiendo ataques y el arzobispo declaró: "debemos trabajar por [la] conservación [del lago], y antes que todo pedir a nuestro Señor muy abundantes lluvias y el aumento del caudal del lago". También anunciaba que "si el agua llega al pie del muelle de Chapala, llevaremos la imagen de la Santísima Virgen de Zapopan a esa Iglesia Parroquial, en donde se celebrará solemne pontificial".60
Pero al mismo tiempo tenía lugar la diversificación e intensificación de la explotación de las aguas del lago. En 1956 se concluyeron las obras que por primera vez llevaron agua del río Santiago, que usaba al lago como vaso de almacenamiento, a la ciudad de Guadalajara. En este renglón cabe destacar la gran intervención federal, en el financiamiento de la obra de abasto de agua potable a la capital jalisciense, tanto a través del Banco Nacional Hipotecario y de Obras Públicas, como de la SRH. El banco otorgó un primer préstamo de 35 millones de pesos en octubre de 1948; en 1953, la SRH accedió a invertir 24 millones en la obra de conducción de las aguas del Santiago a Guadalajara. Esas obras se inauguraron en noviembre de 1956.61 Una investigación más cuidadosa debería dar cuenta de las vinculaciones entre el conflicto por el agua del sistema Lerma-Chapala y estas obras destinadas al abasto de agua potable. Esto es importante porque después de todo dotar de agua a Guadalajara con aguas del Santiago no era más que otro uso del lago de Chapala.62
El gran temporal de lluvias del segundo semestre de 1958 permitió la recuperación de las aguas de Chapala. El retorno del agua pareció dar la razón a las autoridades gubernamentales: la desecación del lago era un problema provocado por varios años consecutivos de bajas precipitaciones. Sin embargo, la sequía de 1949-1958 (o de 1945-1958 para el caso específico de Chapala) había mostrado que la explotación de las aguas que alimentaban el Lago de Chapala se había intensificado de manera notable en los años posteriores a la revolución de 1910 y que en lo sucesivo, como lo ilustraba la creación de la Comisión del Lerma-Chapala-Santiago (con su enfoque de cuenca), su regulación dependería más y más de la federación. Y la federación había recurrido a las aguas del Lerma para abastecer de agua a la capital del país y para construir un distrito de riego en Guanajuato. No en balde los legisladores habían previsto desde el siglo XIX que cuando una corriente cruzaba más de un estado se convertía en materia de jurisdicción federal. Tal vez en 1857 era impensable que los usos del agua del Alto Lerma tuvieran que discutirse con los jaliscienses. Pero un siglo después, la intensificación de explotación de esa corriente fluvial, provocada por el aumento demográfico y el desarrollo tecnológico, obligaban a hacerlo con todo cuidado.
A mediados del siglo XX, Chapala ya no era más patrimonio exclusivo de Jalisco, si es que alguna vez lo había sido. La frase de "El lago de Chapala sí pertenece a Jalisco", que se leía en uno de los títulos de la revista Guadalajara en abril de 1948, podía ser fácilmente sustituida por la de "El lago de Chapala también pertenece a Jalisco".
NOTA: Gto = Guanajuato, Gto; Chap = Chapala, Jal; Maz = Mazatlán, Sin; Min = Minas Nuevas, Son; Bach = Bachíniva, Chih; Mon = Monclova, Coah; Lin = Linares, Nuevo León; Aba = Abasolo, Tamps.
FUENTE: Cuadro A1 (adelante).
FUENTE: Cuadro A2 (adelante).
NOTA: Superficies en miles de hectáreas; producción e importación en miles de toneladas. * = menos de mil toneladas.
FUENTES: Reyes Osorio, et al., 1974:152 ss; importaciones en "Consumos aparentes de productos agrícolas 1925-1978", en: Econotecnia, 1979 3(9).
FUENTE: Cuadro A3 (adelante).
1. GUANAJUATO: Boletín climatológico, Región hidrológica núm. 12, Río Lerma
(orígenes-Poncitlán), SRH, 1:1 (diciembre 1972).
2. CHAPALA, JAL.: Idem
3. QUERÉTARO: Idem
4. MAZATLÁN, SIN.: Boletín hidrológico. Datos de la región del Noroeste. Primera
parte, SRH, 21 (diciembre 1962).
5. HERMOSILLO, SON.: Boletín hidrológico. Datos de la región del Noroeste. Segunda
parte, SRH, 22 (diciembre 1962).
6. BACHÍNIVA, CHIH.: Idem
7. SALTILLO, COAH.: Boletín hidrológico núm. 27. Datos de la cuenca del Bajo Río Bravo
(Incluídos los ríos San Juan y Alamo) y de la región del Golfo Norte, SRH, 1 (diciembre
1964).
8. LINARES, N.L.: Idem
9. ABASOLO, TAMPS.: Idem
1. RÍO FUERTE (Est. Huites):Boletín Hidrológico. Región hidrológica núm. 10, SRH, 36 (diciembre de 1969).
2. RÍO LERMA (Est. Acámbaro): Boletín Hidrológico. Cuenca del Río Lerma desde presa Solís y Laguna de Yuriria hasta cortina de Poncitlán, SRH, 24 (noviembre 1964).
3. RÍO CONCHOS (Desembocadura): Boletín Hidrológico núm. 24. Poniente Zona alta de la cuenca del Río Bravo, incluyendo la subcuenca del río Conchos, SRH, 1 (1967).
4. RÍO BRAVO (Est. El Paso): Idem
5. RÍO NAZAS (Est. Coyote): Boletín Hidrológico núm. 35. Región hidrológica núm. 36 Zonas de los Ríos Nazas y Aguanaval, 1 (1970).
FUENTE: Ingeniería Hidráulica en México, 1970, XXIV:4.
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2 Florescano, 1986.
3 Se entrecomilla "sequía" dadas las precauciones sugeridas por el ingeniero Luis Estrada, quien señala que en sentido estricto en México no puede hablarse de sequías, entendidas como la inexistencia de lluvias durante años. De lo que sí puede hablarse es de bajas notables en los promedios de precipitación. Sin embargo, para fines estrictos de exposición, se usará el término "sequía", que es mucho más sintético.
4 El Sol de Guadalajara, 13 de junio de 1953. Se creía que el impacto desfavorable de esta sequía en la agricultura llevaría a reducir en un 46% el flujo de trabajadores mexicanos.
5 El Sol de Guadalajara, 2 de mayo de 1949; véase también la edición de 22 de junio de 1950, sobre las restricciones en el abasto de energía eléctrica en varias ciudades del mundo a consecuencia de la sequía. Sobre la escasez de lluvias y la ola de calor en Francia e Italia, véase Excélsior, 12 de julio y 28 de octubre de 1949; sobre la inminente pérdida de cosechas en Valencia y la escasez de agua potable en Zaragoza, véase ese mismo diario para los días 4 y 11 de agosto de 1950.
6 El Sol de Guadalajara, 6 de febrero de 1949; Excélsior, 25 de enero de 1950. Sobre la escasez de electricidad en Sao Paulo, Brasil, ver la edición de este último diario del 20 de febrero de 1950.
7 Florescano, 1986:49-50.
8 "La ley de periodicidad de las lluvias en el Valle de México", Escuela de Agricultura, 1880,1(24):187-188.
9 El Sol de Guadalajara, 30 de junio de 1952.
10 El Sol de Guadalajara, 30 de mayo de 1953.
11 Díaz, 1950:7.
12 Secretaría de Recursos Hidráulicos, 1952:283.
13 Excélsior, 16-19 de enero, 4 de febrero y 13 de julio de 1949.
14 Sobre precipitaciones existen series que en algunos casos se remontan a 1907 (por ejemplo del Nazas), aunque en general comienzan a partir de los años treinta. Sobre escurrimientos ocurre lo mismo, no así sobre almacenamientos; en este caso, la información disponible (los informes de la SRH) se inicia en 1946.
15 El temporal de 1944 provocó grandes inundaciones en diversas partes de la república, por ejemplo en Parral, Chihuahua, León, Guanajuato y sobre todo en la cuenca baja del Papaloapan. De la evaluación de daños de esta última zona se derivaron más tarde los esfuerzos que culminaron con la creación de la Comisión de la Cuenca del río Papaloapan, en 1947.
16 Pellicer y Mancilla, 1980:122-124: "Se trató en esencia de una cierta reorientación de los grandes predios hacia la producción de cultivos alimenticios, y de la canalización de mayores recursos crediticios de la banca privada y oficial hacia el campo".
17 Orive Alba, 1960:354.
18 Aboites Aguilar, en prensa; González Gallo, 1953:21. En Jalisco, la escasez de agua tuvo un efecto paradójico en el aumento de la superficie cosechada: las tierras que dejaba al descubierto la baja del nivel del lago de Chapala se destinaron al cultivo del garbanzo en 1949 (Excélsior, 9 de enero de 1950).
19 En 1950 apenas el 10.2% de la superficie maicera del país se hallaba en los distritos de riegos; en el caso del frijol, el porcentaje era menor al 1% (véase Montañéz y Aburto, 1979:191 y 201).
20 Secretaría de Recursos Hidráulicos, 1952:287.
21 Secretaría de Recursos Hidráulicos, 1952:287.
22 Secretaría de Recursos Hidráulicos, 1953:27.
23 Excélsior, 2 de octubre de 1949.
24 Bistráin, 1983:42-48. Este trabajo, aún inédito, forma parte del volumen Pablo Bistráin, ingeniero mexicano, que será publicado próximamente por el CIESAS y el IMTA.
25 Sawatzky, 1971:164ss.
26 Excélsior, 11 de julio y 31 de agosto de 1949.
27 Excélsior, 1 de abril y 22 de agosto de 1949. Días después, la Dirección General de Electricidad, dependiente de la Secretría de Economía, anunciaba un programa de supervisión en empresas hidroeléctricas privadas para evitar cortes en los servicios de la luz. Lo anterior como consecuencia de "una sequía que no tiene paralelo en los últimos treinta años".
28 Excélsior, 15 y 24 de septiembre de 1949. Sin embargo, a principios de diciembre se informaba que desde Annapolis, Maryland, se enviaría una planta generadora móvil para aliviar la escasez de fluido en la ciudad de México. El 6 de diciembre se señalaba que de seguir el temporal de lluvias tan escaso en la zona de Necaxa, a partir de marzo siguiente se restringiría el consumo en un 40% para usos domésticos y en un 15% para uso industrial. El 21 de enero de 1950, el sindicato de electricistas denunciaba que las medidas de racionamiento no eran más que una maniobra de la empresa para imponer un aumento de cuotas.
29 Excélsior, 26 de diciembre de 1949.
30 Excélsior, 15, 18 y 21 de enero de 1949.
31 Excélsior, 6 de mayo y 19 de agosto de 1949.
32 El Sol de Guadalajara, 25 de mayo de 1949 y Excélsior, 6 de mayo de 1949; El Sol de Guadalajara, 25 de septiembre de 1950.
33 El siguiente es un recuento de noticias aparecidas en el diario Excélsior. La fecha se refiere al día de la edición.
34 Excélsior, 31 de octubre de 1949.
35 Senior, 1956.
36 Excélsior, 23 de mayo de 1949. De este diario se pueden citar las siguientes noticias del año de 1949 sobre perforación de pozos profundos: La Laguna (8 de marzo); oferta presidencial de créditos para perforación (23 de mayo); pozos para las colonias San Joaquín, Peralvillo y Alvaro Obregón en el Distrito Federal (1 de agosto); pozos en Valle de Actopan, Hidalgo (18 de agosto); pozo para abasto de agua a Guadalajara (31 de agosto); sobre 66 pozos que se abrirán en Querétaro y San Juan del Río (22 de septiembre); pozos en Camargo y Jiménez, Chihuahua, y Ceballos, Durango (11 de octubre); sobre programa de perforación de pozos en Aguascalientes (11 de enero 1950) y en los alrededores de Teziutlán, Puebla (10 de septiembre de 1950).
37 Secretaría de Recursos Hidráulicos, 1953:30. En Excélsior del 6 de julio de 1949, se menciona el éxito del "bombardeo" de nubes en Torreón, que provocó lluvia durante cinco horas. Las dudas sobre la posibilidad de producir lluvia artificial también se habían expresado en 1891-1892, en ocasión de la aguda sequía de esos años que afectó a gran parte de la república mexicana. Ver el Boletín de la Sociedad Agrícola Mexicana, octubre de 1891 y octubre de 1892.
38 El Heraldo de Chihuahua, 7 de mayo de 1957. Agradezco al ingeniero Pablo Bistráin las referencias sobre el sistema del profesor Ugalde. En el volumen de homenaje a Bistráin, antes mencionado, se incluye un informe absolutamente desfavorable sobre este método de producción de lluvia artificial.
39 Excélsior, 14 de febrero de 1949.
40 Sandoval, 1981:23.
41 Hay que decir, sin embargo, que la ciudad no recibía agua de Chapala en esos años. Sobre la escasez de agua en la población puede verse "Guadalajara deshidratada", en: Guadalajara. Revista Gráfica de Occidente, 1948,2(12):11, y Gaceta de Guadalajara, 1948,6(63):s/p; para una visión general de esta problemática, véase Martínez Reding, 1974; sobre escasez de agua en el barrio de Mezquitán, Excélsior, 16 de enero de 1950.
42 Excélsior, 20 de enero de 1950. Este gasto en la compra de agua parece exagerado, ya que en 1950 el salario mínimo general era de 3.40 pesos al día.
43 Tanto la solicitud de febrero de 1948 como el memorándum de 1949, se hallan en el Archivo General de la Nación (AGN), Presidentes, Miguel Alemán, exp.609/328.
44 Detalles y fotografías de esta obra pueden verse en Guadalajara. Revista Gráfica de Occidente, 1948,2(2):38-49.
45 Entrevista con el ingeniero Francisco de P. Sandoval. Guadalajara, Jalisco, 23 de mayo de 1994.
46 Palencia, 1956.
47 El Sol de Guadalajara, 14 mayo de 1949.
48 Bribiesca, 1959:92-95. En 1949 también se volvía a presentar el proyecto para utilizar los escurrimientos de los volcanes del Valle de México para abastecer de agua a la ciudad de México. Los autores eran los ingenieros Fernando Vizcaíno y Pablo Bistráin. El Sol de Guadalajara, 7 de mayo de 1949. En Irrigación en México, 1944,25(4) y en Ingeniería Hidráulica en México, 1952,6(1), pueden leerse sendos artículos sobre este proyecto. Sobre los conflictos laborales en las obras del Lerma, que ameritaron el envío del 38 regimiento de infantería del ejército, véase Excélsior, 27 y 28 de febrero de 1950.
49 Véase también Excélsior, 20 de junio de 1949. Allí se informa que una comisión de comerciantes e industriales viajaría a la ciudad de México a entrevistarse con el secretario Orive Alba para exponer su inconformidad con esa medida.
50 El Sol de Guadalajara, 1 de enero de 1949.
51 Excélsior, 2 de agosto de 1949.
52 Excélsior, 1 de septiembre de 1949. En Guadalajara. Revista Gráfica de Occidente, 1949,2(3), puede leerse un reportaje sobre la labor que realizaba el piloto Frank Hallorand en la "Siembra en las nubes" en los alrededores del lago de Chapala.
53 Excélsior, 4, 11 y 21 de septiembre de 1949.
54 Excélsior, 7 de octubre y 8 de diciembre de 1949.
55 El Sol de Guadalajara, 7 de noviembre de 1950.
56 Alba, 1954:139-141.
57 Secretaría de Recursos Hidráulicos, 1951:47.
58 González Chávez, 1956. El lector se sorprenderá de que don Elías publicara en el Boletín de la Junta Auxiliar..., pero vale la pena señalar que el artículo iba antecedido de unas "palabras preliminares". Allí se decían cosas como que "el autor[...]es el que mayores perjuicios ha estado ocasionando a un lago que era orgullo de México[...]es el que ha seguido, irresponsablemente, desperdiciando grandes cantidades de líquido en forma constante y obstinada".
59 Zuno, 1955.
60 Citado en: Palencia, 1956.
61 Martínez Reding, 1974:44ss.
62 A diferencia de otros lugares en donde las aguas subterráneas resultaban la gran opción tecnológica para hacer frente a las crecientes necesidades de abasto de agua potable (sobre todo en la ciudad de México), en Guadalajara se recurría a un extenso sistema de aprovechamiento de corrientes superficiales.