VARIACIÓN AMBIENTAL Y TRANSFORMACIÓN ECONÓMICA:  CAMBIOS DE LA VULNERABILIDAD A AMENAZAS NATURALES EN EL MÉXICO RURAL*

Diana M. Liverman
Departamento de Geografía, Penn State University

Introducción

México presenta algunos de los más dramáticos y dinámicos ejemplos del cambio en la relación entre población y medio ambiente. Este trabajo examina la forma en que las variaciones ambientales y el desarrollo económico han resultado en cambios de la vulnerabilidad frente a amenazas naturales, especialmente la sequía.

 

Vulnerabilidad

La rapidez de los cambios recientes de la vulnerabilidad en México, ha tendido a incrementarse cada vez más por las relaciones entre política económica y ambiental, la sustentabilidad de la agricultura, y los vínculos entre los sistemas internacionales, nacionales y locales. Una variedad de instituciones sociales y tecnologías median la relación entre individuos y ambiente natural en México. Por ejemplo, la tenencia de la tierra, el crédito e irrigación influencian de forma compleja las interacciones entre los agricultores, el estado y la naturaleza debiendo comprenderse dentro de espacios y periodos históricos particulares.

Para comprender esos sistemas y la relación naturaleza-sociedad es necesario entender cómo funcionan en tiempos de stress o crisis. Una fuente de stress es la variabilidad del medio físico, especialmente extremos climáticos o de actividad geológica, usualmente conocida como peligros naturales. Otro escenario de stress está asociado a cambios económicos o políticos repentinos. En ambos casos una crisis puede alterar radicalmente la relación entre la población y la naturaleza, así como también los vínculos dentro de la sociedad, entre la población, entre individuos e instituciones o aún entre naciones. En México, la variación ambiental a menudo ha coincidido con la transformación social, produciendo serias pérdidas de vidas, viviendas, alimentos, ingresos y seguridad. Por ello, es importante estudiar las amenazas naturales en México, y en cualquier parte, no sólo por la ventana que proporcionan sobre las relaciones sociales y naturales, sino también porque pueden tener impactos socioeconómicos y políticos significativos dentro y fuera del país.

Es claro que el impacto del clima sobre los hombres depende mucho más de las características y condiciones de los sistemas sociales, como la pobreza o las tecnologías, que de la magnitud de eventos meteorológicos tales como la escasez de precipitaciones, sequías severas o intensas inundaciones. Así pues, el impacto de las sequías e inundaciones está determinado con mucho, sino más, por las características de la población y los lugares afectados y por la magnitud del evento mismo. Sequías de idéntica intensidad física pueden tener impactos mucho menos severos en grandes terrenos comerciales irrigados y asegurados, con buenas tierras y precios subsidiados que en pequeñas parcelas de temporal sin soporte institucional. Los sistemas de agricultura deben estar protegidos contra el clima con sistemas de irrigación, diversidad en las cosechas y usos del suelo y estrategias de manejo flexibles. Por otra parte, serán más sensibles si la economía, la tenencia de la tierra y la disponibilidad de recursos restringen las opciones para establecer patrones de uso del suelo, sistemas de irrigación y elección de cosechas. El mismo evento climático también tendrá diferentes impactos en distintos sitios debido a que algunas personas y lugares son más vulnerables a eventos extremos que otros. Los cambios en la vulnerabilidad de individuos y regiones son la clave para comprender cómo los riesgos afectan a la sociedad.

Los aspectos sociales que influyen en la vulnerabilidad incluyen el tamaño de la población y su localización; adaptaciones y desarrollos tecnológicos; percepción y elección individual; estructura política y económica; instituciones sociales específicas como mercados, legislación sobre formas de propiedad de la tierra y los recursos hidráulicos y formas tradicionales de gobierno. Junto a estos factores sociales o humanos, existe también la vulnerabilidad biofísica asociada a precipitaciones bajas o variables, tierras pobres o en pendiente. Sin embargo, la vulnerabilidad biofísica es crecientemente creada por la actividad humana, como la deforestación y el uso de combustibles fósiles que alteran las condiciones climatológicas y degradan el paisaje. Esta estructura, que combina el análisis biofísico y social, y la política económica con el comportamiento individual, puede ser llamada política ecológica de amenazas climáticas.

Mi investigación en México busca la forma de aplicar esas ideas en estudios empíricos de vulnerabilidad climática. Mi interés, en particular, se centra en la interacción entre transformaciones estructurales, económicas e institucionales, y la variación ambiental; la respuesta de individuos a esas transformaciones y; las formas en que la actividad humana -deforestación y contaminación del aire- puede estar alterando el clima e influyendo en la ocurrencia de eventos extremos.

 

La climatología de México: causas y consecuencias de la vulnerabilidad biofísica

Dado que gran parte del territorio mexicano tiene pocas lluvias (o son de temporal) y altas temperaturas, año con año las variaciones en el monto y los periodos de lluvias pueden tener serios impactos sobre la población y los ecosistemas. La geografía física mexicana se caracteriza por su considerable variabilidad climática en espacio y tiempo. El 85% de la superficie del territorio mexicano ha sido clasificada como árida o semiárida. La precipitación variable, por estaciones e interanualmente en la mayor parte del país, ha dado como resultado que el atraso o la disminución en el promedio de lluvias produzcan con frecuencia sequías en muchas regiones, con un riesgo especialmente alto en el norte de México y en Oaxaca (UNAM, 1990). La Figura 1 muestra la tremenda variación anual de la precipitación -de 200 a 1400 mm- que ocurre en Monterrey, al norte del país.

 

Figura 1
Historia Climática de Monterrey

 

 

Año con año las variaciones en el régimen de lluvias también son causa de frecuentes inundaciones, con el mayor número y nivel de severidad por unidad de área en Veracruz y la región que circunda a la ciudad de México. Las inundaciones están asociadas a la lluvias torrenciales producidas por ciclones tropicales originados en el Pacífico y el Caribe o a las corrientes de aire invernal del norte. El registro geomorfológico e histórico también documenta inundaciones intensas, tales como la del año de 1629 cuando la ciudad de México permaneció anegada por más de 5 años (Hoberman, 1974).

Las indicaciones de largo plazo de la variabilidad climática pueden ser inferidas con estudios paleontológicos y dendrocronológicos. Por ejemplo, Brown (1985) aporta una síntesis de lo que se conoce acerca de los pasados 20,000 años de la historia climatológica en México. A pesar de que muchos cambios en la vegetación y sedimentación están asociados con las alteraciones humanas durante la época prehispánica y colonial, Brown identifica un calentamiento mayor que en la actualidad hace cerca de 10,000 años, y un periodo húmedo entre 6,000 y 3,000 años. Las cronologías basadas en cortezas de árboles indican también severos periodos de sequía durante la época colonial.

Las características más importantes de la variabilidad climática interanual que produce inundaciones y sequías en México, incluyen huracanes, nortes y la canícula (sequía interestival, veranillo o sequía de verano). La variabilidad climática interanual producida por el fenómeno de El Niño es otra causa importante de las amenazas climatológicas en México. Los Nortes ocurren usualmente cuando la circulación normal del aire es interrumpida por una corriente de aire frío en Veracruz. El frente frío puede generar intensas y prolongadas precipitaciones y heladas severas. La canícula es un periodo seco a mitad de la temporada veraniega de lluvias. El verano se caracteriza por el movimiento hacia el norte de la zona de convergencia intertropical (ITCZ por sus siglas en inglés) y una onda del este. La canícula está asociada con el bloqueo del ITCZ y las ondas del este por una alta presión sobre el continente. Cuando la canícula es particularmente prolongada o severa puede dañar grandes extensiones de cosechas, ya que las ataca en plena estación de crecimiento (Mosino y García, 1973).

 

La creación social de los extremos climáticos y la vulnerabilidad biofísica

México se está convirtiendo biofísicamente cada vez más peligroso como resultado de actividades humanas que están modificando climas y paisajes locales y regionales. Algunos cambios significativos de temperaturas y precipitaciones han ocurrido durante este siglo, pero aún no existe un patrón consistente. Existen indicaciones del retraso en los periodos de lluvias y fuertes sequías a mitad del verano (estivales) en el centro y sur del país asociadas con un movimiento del flujo zonal meridional. Es probable que dichos cambios tengan relación con la urbanización, la desertificación y la deforestación (Jauregui, 1992). Por ejemplo, resultados preliminares de un estudio sobre la deforestación de la selva Lacandona al sur de México, sugieren que la pérdida de bosques está relacionada con el incremento de la temperatura y la disminución en el régimen de lluvias (O'Brien, 1994). La deforestación asociada a la explotación petrolera y forestal, el desarrollo agrícola y la construcción de caminos, probablemente está cambiando el clima y la hidrología de muchas partes de México y puede estar relacionada con el aumento en la frecuencia de sequías e inundaciones, así como con los deslizamientos y la erosión del suelo. De esta manera, las políticas de desarrollo están modificando a la naturaleza en forma tal que crean amenazas.

Hay evidencia de que los cambios ambientales han estado asociados en el pasado con la actividad humana. La deforestación para la construcción o la agricultura desarrollada por las culturas prehispánicas en el Valle de México (Manzanilla, 1993), alrededor de Pátzcuaro (O'Hara et.al., 1993) y por los españoles para el desarrollo de la minería y la ganadería en el norte (Meyer, 1984), dio como resultado cambios hidrológicos y del clima local.

La gente cree que el clima se está volviendo peligroso en México. Durante algunos veranos anteriores, realizamos una serie de entrevistas con pobladores de la ciudad de México, Oaxaca, Chiapas y Puebla para examinar las percepciones sobre las amenazas y el cambio climático.2 La mayoría de los hombres y mujeres entrevistados opinó que los veranos se están volviendo más secos y calientes, con retrasos en los periodos de lluvia y huracanes más severos durante el otoño. En la ciudad de México la gente culpó del cambio a la contaminación del aire; en Oaxaca y Chiapas se aludió como causa a la deforestación.

Otro elemento que podría afectar la vulnerabilidad a sequías, son los cambios climáticos pronosticados por el calentamiento global. El modelo de desarrollo económico basado en energéticos fósiles para la industria y el transporte, ha incrementado los niveles de los llamados gases de invernadero en la atmósfera. La concentración de esos gases, que incluyen bióxido de carbono y metano y que atrapan el calor dentro del sistema terrestre, puede duplicarse para principios del próximo siglo. Los modelos computacionales para el análisis del clima global sugieren como resultado que éste cambiará dramáticamente, con incrementos de entre 2 y 3 grados centígrados de la temperatura global (IPCC, 1990).

Hemos utilizado los resultados de estos modelos para estimar posibles cambios en el clima, humedad del suelo y producción de maíz en diferentes regiones de México (Liverman y O'Brien, 1991; Liverman, 1992a; Liverman, 1992c). El calentamiento global podría traer temperaturas más altas, reducción de la disponibilidad de agua y mermas en la producción de maíz en gran parte del país (Cuadro 1). Asimismo, también podría aumentar la frecuencia de sequías y huracanes. México es extremadamente vulnerable a dichas condiciones de calentamiento y estiaje, y la capacidad de muchos campesinos mexicanos para adaptarse a tales cambios a través de la irrigación y la incorporación de nuevas variedades es muy limitada.

 

CUADRO 1
IMPACTOS DEL CALENTAMIENTO GLOBAL EN EL CENTRO DE MEXICO: VARIACIONES DEL CAMBIO RESPECTO DE LAS CONDICIONES ACTUALES

MODELO

GFDL

GISS

UKMO

Temperatura (ºC)

2.7

4.2

4.2

Precipitación (%)

-5

-11

-5

Evaporación Potencial (%)

10

7

10

Déficit de Agua (%)

-23

-23

-15

Cosecha de Maíz (Morelos)

-16

-25

-19

Fuente: Liverman (1992a).

 

 

Es importante enfatizar que estos cambios son producto de la decisión de basar el desarrollo económico en combustibles fósiles, y de proseguir con este modelo a pesar de las aparentes implicaciones ambientales. El 80% de la emisión de bióxido de carbono es producto del consumo de combustible fósil, principalmente en los países industrializados, y el 20% de la deforestación. Más específicamente, Estados Unidos es responsable de casi el 20% de la emisión total de gases de invernadero. En México la emisión de este tipo de gases, proveniente del desarrollo energético y la producción de ganado (ambos orientados a la exportación), está creciendo dramáticamente (Liverman, 1992b). La Figura 2 muestra el curso de las emisiones provenientes de la actividad ganadera (que produce metano), la deforestación (que produce bióxido de carbono) y la producción de petróleo y gas durante los últimos veinte años.

 

Las políticas económicas y la vulnerabilidad: el caso de la agricultura

¿De qué manera el desarrollo económico y político ha cambiado la vulnerabilidad en México?. En lo que resta de este trabajo me centro en las tres principales transformaciones que ha sufrido la política económica hacia el campo (la Reforma Agraria, las tecnologías agrícolas introducidas por la Revolución Verde y la integración al mercado mundial) y examino cómo éstas pueden haber cambiado la vulnerabilidad social a sequías.

Los indígenas mexicanos experimentan la vulnerabilidad a sequías como un legado de la política económica colonial. Cambios estructurales e institucionales incluyeron nuevas formas de tenencia de la tierra y excesiva extracción. En muchos casos los colonizadores españoles tomaron grandes extensiones de la mejor tierra y acumularon enormes riquezas. Las prácticas de repartición y la encomienda pusieron a los indígenas bajo el control de los españoles dueños de la tierra, quienes a su vez podían demandarles impuestos y tributos y controlar lo que sembraban. En muchos casos múltiples tributos eran exigidos por la iglesia, las élites locales y la corona. Esos requerimientos, la mayor de las veces fijos, produjeron hambre en años de sequía o malas cosechas (Hassig 1985). En 1785, se estima que la sequía mató a más de 300,000 personas, la mayoría de ellos indígenas.

En el siglo XX México ha experimentado pérdidas severas por amenazas naturales. En el verano de 1970 las pérdidas por sequía fueron serias, ya que muchas regiones del país perdieron más del 5% de la producción y una gran parte del centro y norte perdió más del 50% del área cultivada. Podemos explicar esos patrones a través de una combinación de factores físicos, técnicos y sociales. Por ejemplo, las pérdidas más bajas al noroeste están asociadas a la irrigación y las más altas de la región central, a tierras propensas a sequías y campesinos pobres que no tienen capacidad económica para volver a sembrar después del retraso en las lluvias.3

El análisis de patrones nacionales y datos censales pueden proporcionar sólo explicaciones e hipótesis limitadas acerca del cambio en la vulnerabilidad a amenazas en México. Una comprensión más profunda se pueden obtener de estudios de caso locales que tomen en cuenta transformaciones a nivel macro.

 

La tenencia de la tierra

En el periodo posterior a la Revolución Mexicana ocurrió un cambio en la estructura de tenencia de la tierra en el país que buscaba remediar la concentración y desocupación legada por la colonia. Extensas áreas de tierra fueron puestas al alcance de los campesinos mediante la formación de ejidos y otras instituciones de tenencia cooperativa y comunitaria. La tierra del ejido es poseída en común por sus miembros quienes usualmente la trabajan individualmente.

Existe una relación sumamente compleja entre la Reforma Agraria y la vulnerabilidad en México. Por una parte, la redistribución de la tierra redujo la vulnerabilidad de un número significativo de pobres y desposeídos, dándoles la oportunidad para subsistir produciendo alimentos en su propio trozo de terreno. Pero gran parte de las tierras redistribuidas eran de baja calidad y estaban en zonas proclives a peligros; biofísicamente limitadas por las pocas lluvias, suelos pobres o ubicadas en pendientes pronunciadas. La tierra irrigada ha tendido a permanecer en manos del sector privado. Los ejidos están en desventaja en cuanto al acceso a la irrigación, crédito e implementos químicos porque tienden a ser pobres y a depender de agencias estatales ineficientes.

La vulnerabilidad de los ejidos está consignada en estudios empíricos basados en información censal sobre pérdidas agrícolas generadas por amenazas naturales. En el verano de 1970 el promedio de pérdidas en los ejidos por sequías fue del 17%, comparado con el 14.5% de pérdidas sufridas por los terratenientes con más de 5 hectáreas. En invierno, el promedio de las pérdidas para los ejidos fue del 11.6% comparado con el 8.6% del sector privado. El mismo patrón se repite en datos censales de años anteriores y por causa de otras amenazas como inundaciones y heladas. Muchos ejidatarios experimentan estas pérdidas tanto en lo que se refiere a los insumos de los productos que venden como a su propio nivel nutricional.

 

Las tecnologías agrícolas y la Revolución Verde

La tecnología ha cambiado considerablemente en el campo mexicano durante el presente siglo. En términos de la vulnerabilidad, tal vez el cambio más importante haya sido el crecimiento de sistemas de irrigación donde el agua se obtiene de pozos y depósitos. Gran parte de estas tierras, particularmente en el norte del país, se han desarrollado como distritos de riego con inversiones masivas del gobierno federal. La irrigación proporciona una barrera importante contra las sequías y las presas pueden controlar inundaciones en terrenos agrícolas. Los sistemas de riego, además, pueden reducir el riesgo de heladas.

Pero la irrigación no siempre es una garantía contra las sequías. Cuando las precipitaciones son particularmente bajas, por dos o más años, las reservas y yacimientos bajan a niveles donde el riego se vuelve imposible o costoso (Figura 3). Las instituciones de administración del agua son en general localizadas y tradicionalistas, pero los distritos de riego, hoy coordinados por la Comisión Nacional del Agua, tienen procedimientos formales de distribución del recurso en épocas de sequía. Ejidos y cosechas de gran valor son supuestamente prioritarios, aunque en la práctica los más ricos y poderosos son los que obtienen el agua. En muchas comunidades tradicionales como las de Oaxaca, jueces de riego electos localmente distribuyen el recurso de acuerdo a derechos establecidos hace mucho tiempo. Algunas de esas instituciones tradicionales están desapareciendo frente a cambios culturales y económicos, y los conflictos por el agua se están incrementando (Lees 1976).

 

 

Dilley (1993) recabó información acerca del impacto de la utilización de bombas mecánicas y el uso no regulado de yacimientos sobre la vulnerabilidad a sequías en Oaxaca. Mapeó la gran declinación en los niveles de los yacimientos asociados con el crecimiento de la alfalfa y la adquisición de bombas de gasolina. En los resultados se pudo percibir un sensible incremento en las sequías y en el abatimiento de los pozos.

El riego es sólo uno de los cambios técnicos asociados a la propagación de la llamada Revolución Verde en México, que también ha involucrado un incremento en el uso de fertilizantes químicos, pesticidas y semillas "mejoradas" o híbridas. Una vez más, la Revolución Verde es una mezcla de bendición y desgracia en cuanto a la vulnerabilidad rural a sequías. En condiciones climáticas favorables, las semillas mejoradas y los fertilizantes proporcionan la posibilidad de obtener cosechas mucho más grandes de trigo o maíz, especialmente con sistemas de irrigación. Sin embargo, cuando las sequías, heladas o inundaciones destruyen las cosechas, los campesinos en general quedan endeudados debido al costo de los insumos técnicos. Anteriormente los campesinos no compraban insumos, guardaban semilla de un año a otro y probablemente usaban algún tipo de fertilizantes caseros, verde o animal. Podían molestarse por perder las cosechas como consecuencia de una amenaza natural y padecer hambre, pero no estar en un riesgo financiero mayor.

Se ha dicho además que las nuevas semillas híbridas, diseñadas para alta producción en condiciones favorables, son más sensibles a variaciones climáticas y plagas, y que dicha vulnerabilidad ha aumentado en los monocultivos (Michaels, 1979). La respuesta institucional a este problema ha sido el aseguramiento de las cosechas y algunas acciones contra desastres, pero solamente una proporción relativamente pequeña de las siembras anuales están cubiertas por seguros y el estado ha sido incapaz de compensar completamente a los campesinos en tiempos de crisis económica.

 

La integración al mercado mundial y la política agrícola

El siglo XX ha traído la integración del mercado mexicano al sistema mercantil y financiero internacional. El agro mexicano provee alimento para una población de más de 85 millones. Durante el presente siglo, alimentar a esa población -que se ha duplicado en los últimos 30 años- ha sido un gran reto. Calva (1988) sugiere que más de 20 millones de mexicanos tienen deficiencias calóricas o proteínicas. En 1990 un estudio encontró que más del 21% de los niños menores de cinco años estaban desnutridos. La seguridad alimenticia de la nación ha sido siempre una prioridad política.4

Hasta hace poco, el gobierno ha subsidiado fuertemente a productores y consumidores. Por ejemplo, se han garantizado altos precios del maíz para impulsar su producción mientras que las tortillas se han mantenido a bajo costo, especialmente para consumidores urbanos que compran tortillas preparadas. Los mecanismos de aplicación de subsidios han cambiado con el tiempo, algunas veces apoyando a los productores y otras beneficiando a los consumidores. Estas políticas están siendo ahora reformadas con la desregulación y la liberalización de la economía mexicana (Appendini, 1992).

En décadas recientes, la importación de granos se ha convertido en un componente clave de la política alimentaria. A principio de los años setenta México llegó a ser un importador neto; en particular, las importaciones de maíz crecieron del 20 al 25 porciento en la provisión total durante la década de los ochenta. La producción de maíz de subsistencia ha sido desplazada por la de trigo, leche, azúcar, cereales y fibra para mercados domésticos, industriales y urbanos. Sobre todo, el sistema agrícola está cada vez más orientado a la producción para exportación -de frutas, vegetales y ganado- aún cuando han habido periodos en los cuales el estado ha intervenido, mediante subsidios, para alentar la producción de granos básicos. Esto ha tenido como resultado altas ganancias para muchos agricultores y ha servido como un soporte de la balanza comercial, pero también ha incrementado la vulnerabilidad a la variación de los precios del mercado y a los términos comerciales desventajosos.

Por otro lado, el aumento del cultivo de frutas, vegetales y cereales ha incrementado la demanda de agua y generado diversos problemas en algunas regiones del país. Por ejemplo, la alfalfa y la lechuga consumen mucha más agua que el maíz y son además más vulnerables a heladas. En la Figura 4 se compara el consumo de agua de diferentes cultivos en el Valle del Yaqui, al norte de México. Un ejemplo más es el del Valle de Oaxaca, donde el cambio a la producción de alfalfa frente a la de leche y queso ha originado severos problemas de agua.

 

 

A partir de 1989 la política agrícola, bajo el gobierno de Salinas, sufrió un cambio completo como parte de la reestructuración de la economía mexicana hacia su integración al mercado mundial. El cambio comprendió la reorganización de instituciones con el objeto de reducir la intervención estatal y atraer la inversión privada a la agricultura, ganadería y explotación forestal. Las partes centrales incluyen la reducción de créditos subsidiados al campo; privatización de industrias de insumos como fertilizantes y semillas; la abolición de precios preferenciales; y la liberalización del mercado para todos los cultivos excepto maíz y frijol. Y con ello, se ha vuelto aún más difícil para los campesinos pobres asegurar sus cosechas ya que muchos de ellos están atrapados entre los altos costos de producción y los bajos precios de venta.

 

Nuevos cambios y fuentes de vulnerabilidad político-económica

Actualmente el gobierno mexicano contempla cambios estructurales sin precedentes asociados al movimiento de privatización y el libre comercio. Estos cambios tienen profundas implicaciones en la relación sociedad-naturaleza y la vulnerabilidad en el país.

En 1993 el presidente Salinas anunció la reforma del Artículo 27 Constitucional referente al ejido. Ahora los ejidatarios pueden elegir vender o rentar sus tierras o entrar en sociedad con inversionistas privados tanto nacionales como extranjeros. El objetivo de esta reforma es incrementar las oportunidades de participación, inversión y producción en los ejidos, como respuesta a la ineficiencia y baja productividad percibidas anteriormente.

Un resultado de este cambio será, muy probablemente, la intensificación de la producción en muchas áreas, con la posibilidad de introducir sistemas de irrigación en los campos cuyos cultivos demandan mayores cantidades de agua. Esto generará mayor presión sobre los recursos hidráulicos disponibles y un posible incremento en la vulnerabilidad a sequías. La contienda por créditos privados y nuevas cosechas puede propiciar una situación financiera volátil y riesgosa especialmente si en los años siguientes se presentan climas extremosos. Es aún poco claro si las instituciones y mecanismos de regulación sobre el agua cambiarán o no. Se habla de incrementar el precio del agua, de abrir los mercados y de la posibilidad de hacer más eficiente el uso del recurso, todo lo cual podría crear un nuevo contexto para el impacto y la respuesta a sequías.

Existen vínculos entre la reforma agraria y el muy mencionado Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos y Canadá. Algunos modelos económicos sugieren que si mediante el TLC se liberaliza completamente el comercio entre Estados Unidos y México, la producción de maíz en éste último caerá dramáticamente mientras que la de hortalizas crecerá y, por tanto, se incrementará la importación de granos básicos proveniente de los Estados Unidos. Combinando estos resultados con datos históricos sobre cosechas y el uso de agua en los distritos de riego, hemos estimado que en el pasado ocurrieron cambios en la demanda del líquido asociados con los desplazamientos hacia la exportación y los escenarios futuros para el uso del agua bajo el libre comercio. El TLC podría generar un considerable incremento en la demanda de agua y un uso del suelo más intensivo. Otros han propuesto una mayor dependencia en la importación de alimentos básicos y una migración del campo en gran escala (Calva 1992).

 

Conclusiones

La transformación del ambiente y la sociedad en México está ocurriendo de forma acelerada y tiene importantes implicaciones para la vulnerabilidad a desastres naturales. Quizá la única analogía histórica son los dramáticos cambios del uso de la tierra y la economía ocurridos durante la colonia. La rapidez del proceso hace difícil la respuesta y adaptación de los individuos a los cambios en su medio físico y económico. Sin embargo, hay muchas e importantes formas en que los individuos y el gobierno pueden reducir la vulnerabilidad a sequías y otras amenazas en el México contemporáneo. Un uso más eficiente del agua y medios equitativos de distribución pueden reducir la vulnerabilidad a sequías generada, en buena medida, por los críticos sistemas de riego utilizados en la actualidad. La planeación del uso del suelo y un desarrollo agrícola que enfatice la sustentabilidad de la tierra y el agua, ayudaría a la población a salir de regiones vulnerables y proporcionaría mecanismos de aseguramiento y crédito accesibles que también podrían ayudar. Reducir la velocidad de la liberalización económica y la privatización de los recursos, con redes adecuadas de seguridad para los pobres y marginados, puede permitir la implementación de programas y actividades que les sirvan para adecuarse a las nuevas condiciones. Las políticas existentes para prevenir la deforestación y el control de gases de invernadero pueden reducir la transformación biofísica y la vulnerabilidad disminuyendo, con ello, el riesgo a inundaciones y cambios climáticos.

 

Bibliografía

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NOTAS

* Este trabajo es una versión modificada de la ponencia presentada en el Seminario Internacional "Sociedad y Prevención de Desastres". COMECSO, UNAM, CONACYT, LA RED. México, febrero de 1994. Traducción de Elizabeth Mansilla e Ignacio Rubio.

Esta parte fue tomada de Liverman, D.M. (1994). "Vulnerability to global enviromental change" Capítulo 26 pp. 326-342, en S. Cutter (Ed.) Enviromental Risks and Hazards. Prentice Hall, Old Tappan, Nueva Jersey.

2 Un estudio de Arizpe et. al. (1993) encontró percepciones similares en la Selva Lacandona.

3 He construido mapas de sequías, inundaciones, heladas y pestes para tratar de comprender la geografía de las pérdidas en el agro mexicano. En cada caso, trato de evaluar los roles relativos de condiciones biofísicas como el clima y los factores sociales o técnicos como irrigación y tenencia de la tierra, expandiendo los patrones de amenaza (p.e. Liverman 1990).

4 Los lineamientos de esta sección se encuentran en Appendini y Liverman (1994).